Sackville-West: mujer sobre mujer








La vida y la personalidad de Vita Sackville-West (1892-1962) fueron extraordinarias, y estamos de enhorabuena, aunque sólo en parte, porque disponemos de varios libros en castellano para conocerlas muy bien. No podemos decir lo mismo respecto a su obra, pues, lamentable e incomprensiblemente, ahora mismo, y tras la nueva edición por Alfaguara de Toda pasión apagada (1931), sólo podemos acceder con comodidad a su novela anterior, Los eduardianos (1930), que publicó Espasa, a su increíble libro de viajes Pasajera a Teherán (1926) y a un par de sus biografías.
Una de estas biografías es Juana de Arco (1936), editada por Siruela, pero no tenemos disponible The Eagle and the Dove (1943), su libro sobre Santa Teresa de Jesús y Santa Teresita de Lisieux.
La otra biografía es Pepita (1937), publicada por Tusquets, y nos permite entrar de lleno, a través de su abuela y de su madre, en la vida de la escritora, hija del tercer barón de Sackville-West, nacida en la aristocrática casa de campo familiar de Knole, en el condado de Kent, una mansión construida en el siglo XV con 365 habitaciones, 12 puertas, 52 escaleras y siete patios.
¿Pepita? Vita Sackville-West fue nieta de la bailarina gitana malagueña Josefa Durán (1830-1871), de origen muy humilde, conocida en media Europa como Pepita de Oliva y La Estrella de Andalucía. Pepita, que estaba casada, se lió en Berlín con el diplomático inglés Lionel Sackville-West, con quien llegó a tener siete hijos sin contraer matrimonio, uno de ellos la madre de Vita. ¿Confusión con el mismo apellido? No. Victoria, hija de Lionel y Pepita, se casó con su primo, Edward Sackville-West, sobrino de Lionel, y de esa unión nació Vita, que, sí, fue una Sackville-West por partida doble. En la todavía victoriana sociedad inglesa, el escándalo persiguió a Vita antes de nacer, por los amores adulterinos de sus abuelos, el origen extramatrimonial de su madre y la boda de ésta con su primo carnal.
Vita tuvo su primera relación lésbica a los 11 años, con Rosamund Grosvenor, una compañera de colegio, y su amor duró primordialmente hasta 1913, cuando la ya escritora (poetisa, de momento) se casó con quien llegaría a ser Sir Harold Nicolson, muy relevante diplomático, escritor y político inglés, a quien acompañó en sus destinos en Estambul y Teherán y con quien tuvo dos hijos, Nigel y Benedict.
Nigel Nicolson cuenta espléndidamente en Retrato de un matrimonio (Lumen) las características de las sólidas, amorosas, largas e inquebrantables relaciones de sus padres, pactadas abiertamente para dar espacio y tiempo a su bisexualidad. Su padre, Harold, fue amante durante años del escritor Raymond Mortimer, amigo de Vita, quien, a su vez, fue amante de numerosas mujeres, entre ellas, su cuñada, Gwen St. Aubin, Hilda Matheson, alta directiva de la BBC, y Mary Garman, esposa del poeta e hispanista Roy Campbell y madre de sus dos hijos.
Pero Nigel, que reproduce en su libro numerosas páginas de un diario inédito de Vita, aborda principalmente los dos grandes amores de su madre: las escritorasViolet Trefusis y Virginia Woolf. A la segunda Nigel le dedicó una biografía aparte, que está editada por Mondadori. 
La relevancia literaria de Virginia Woolf ha dado mayor publicidad a su relación con Vita, pero la pasión entre Violet y Vita fue más larga, intensa y compleja, como puede comprobarse en el libro de Trefusis Cartas de amor a Vita, que publicó Grijalbo.
Vita, colateral al grupo de Bloomsbury, conoció a Virginia a fines de 1922. Vita, una mujer alta y robusta, de largas piernas blancas y nariz prominente, no gustó en principio a Virginia, pero luego iniciaron una relación sexual, que se prolongó en amistosa hasta el suicidio en 1941 de la autora de Las olas (1931).
Vita publicó en Hogarth Press, la editorial de Virginia y de su marido Leonard Woolf, e inspiró decisivamente, al igual que su casa de Knole, el personaje central de Orlando (1928), quien pasa de ser hombre a ser mujer a lo largo de cinco siglos de vida. Vita se consideraba a sí misma, en lo físico y en lo psicológico, un ser andrógino.
Vita y Violet Trefusis, que era hija de una amante notoria del rey Eduardo VII, se conocieron siendo niñas y su relación se intensificó a partir de 1918, cuando Violet todavía no se había casado con Denys Trefusis. Su relación, con idas y venidas, altos y bajos y escapadas a Francia, fue más pasional, tumultuosa y duradera que la de Vita y Virginia, y llegó a inquietar a sus respectivos maridos. Todavía en los años 40 continuaban escribiéndose. Violet, que enviudó en 1929, novelista reconocida, murió en 1972, 10 años después de Vita, quien, a su vez, murió seis años antes que su marido.
En el interesantísimo y muy informativo prólogo a Los eduardianos, novela que retrata magníficamente el reinado de Eduardo VII, su traductor, el novelista y memorialista Jesús Pardo, rastrea en las vidas de Vita, Virginia y Violet y señala los parecidos de las tres mujeres con algunos personajes del libro. En Orlando también asoma la figura de Violet.
Poetisa, novelista, biógrafa y ensayista, a Vita Sackville-West le gustaba ser apreciada por su condición de jardinera, actividad que reflejó durante años en una columna semanal en The Observer. Y es que Vita y Harold, su marido, adquirieron en 1930 el abandonado castillo de Sissinghurst, en el que murieron ambos. Lo restauraron como residencia y construyeron en él un hermosísimo jardín, que puede visitarse, como la casa de Knole, actualmente, y que es uno de los mejores de Inglaterra.
Toda pasión apagada cuenta, con brillantísima perspicacia psicológica, la peripecia de libertad de una fantástica anciana que acaba de quedar viuda de un destacado hombre de Estado y que, frente a sus seis muy maduros hijos, opta por abordar un camino muy personal, eligiendo las compañías de su predilección, que no son, ni de lejos, las que sus vástagos esperan.

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