Alejandra Kollontai: la mujer nueva



Fue Alejandra Kollontai quien dio un paso más allá dentro del marxismo y sus ideas se acercaron mucho a lo que sería el feminismo radical de los años 70:
Aunque mi corazón no aguante la pena de perder el amor de Kollontai, tengo otras tareas en la vida más importantes que la felicidad familiar. Quiero luchar por la liberación de la clase obrera, por los derechos de las mujeres, por el pueblo ruso[1].
Es la carta que Alejandra Kollantai le escribe a su amiga Zoia desde el tren que la aleja de su noble y rica familia rusa, de su marido —su primo, ingeniero joven y sin fortuna, con el que se había casado por amor— y de su hijo, rumbo a Zúrich para proseguir sus estudios marxistas en la universidad de la ciudad suiza. Kollontai había nacido en 1872 y cuando inicia ese primer viaje tiene 26 años. Ya no pararía. De vuelta a San Petersburgo ingresó en el partido socialdemócrata, en la facción menchevique, ilegal en aquellos momentos. Kollontai trabajaría como escritora y propagandista a favor de la clase obrera pero también ella comprobó el poco interés del partido por la liberación de las mujeres. Así que, como señala Ana de Miguel, asumió la doble misión que marcaría su vida: luchar contra el potente movimiento feminista de su época intentando atraer a las feministas al Partido y, al mismo tiempo, contra la indiferencia de la clase obrera y sus dirigentes por la opresión específica de las mujeres[2].
Kollontai abrió en 1907 el primer Círculo de Obreras y al año siguiente tuvo que huir de Rusia. Hasta 1917 vive exiliada en Europa y Estados Unidos, cuando regresa a Rusia, forma parte del primer gobierno de Lenin como Comisario del Pueblo para la Asistencia Pública. Tres años después, se une a la Oposición Obrera, mostrando así sus discrepancias con la Nueva Política Económica de Lenin. A partir de 1922 es enviada a la delegación diplomática de Oslo. Desde entonces, no deja de recorrer embajadas. La fuerza de Kollontai era tal que, a pesar de sufrir una apoplejía en 1942, durante tres años dirigió la delegación diplomática de Oslo en silla de ruedas. Kollontai murió en 1952 en Moscú, pero unos años antes llegó a ser candidata al Premio Nobel de la Paz por sus esfuerzos para poner fin a la guerra ruso-finlandesa.
Lo más significativo de su discurso fue hacer suya la idea de Marx de que para construir un mundo mejor, además de cambiar la economía, tenía que surgir el hombre nuevo. Así, defendió el amor libre, igual salario para las mujeres, la legalización del aborto y la socialización del trabajo doméstico y del cuidado de los niños, pero, sobre todo, señaló la necesidad de cambiar la vida íntima y sexual de las mujeres. Era necesaria la mujer nueva que, además de independiente económicamente, también tenía que serlo psicológica y sentimentalmente.
Por estas razones, para muchas expertas como Ana de Miguel, Alejandra Kollontai fue quien articuló de forma más racional y sistemática feminismo y marxismo. Porque Kollontai no se limitó a incluir a la mujer en la revolución socialista, sinó que definió qué tipo de revolución necesitaban las mujeres. Para ella, abolir la propiedad privada y que las mujeres se incorporaran al trabajo fuera de casa no era suficiente ni mucho menos. La revolución que necesitaban las mujeres era la revolución de la vida cotidiana, de las costumbres y, sobre todo, de las relaciones entre los sexos. Rotunda, para Kollontai no tiene sentido hablar de un «aplazamiento» de la liberación de la mujer, en todo caso, habría que hablar de un aplazamiento de la revolución. Con estas ideas, claro está, tuvo muchos enfrentamientos con sus camaradas varones que negaban la necesidad de una lucha específica de las mujeres[3]. Como anécdota, en el local donde se iba a celebrar la primera asamblea de mujeres que Kollontai convocó, apareció el siguiente cartel: «La asamblea sólo para mujeres se suspende, mañana asamblea sólo para hombres»

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