Retrato íntimo de la verdadera Amy Winehouse



Sentados en un famoso restaurante de Miami mientras en la calle llovía a cántaros, Amy Winehouse y su por entonces nuevo marido, Blake Fielder-Civil, tenían un montón de cosas que celebrar. Rehab estaba subiendo como la espuma en las listas de éxitos, y aquella misma mañana la pareja se había escapado para casarse. Cuando le sirvieron el enorme cóctel de fresa helada que había pedido, Winehouse se quedó extasiada por su aspecto: “¡Se llama El Gran Rosarita!”.
Estaba entrevistando a Amy Winehouse para la portada que ROLLING STONE hizo en 2007, aunque ya nos habíamos conocido hacía cinco días, en Toronto. El anuncio de su boda fue una completa sorpresa. Durante nuestro primer encuentro, Amy había estado inconsolable tras una violenta pelea con Fielder-Civil. En el restaurante, me echó una rápida mirada y señaló mi mejilla. “Tienes una pestaña”, dijo con dulzura. “Tienes que pedir un deseo. Podría quitártela yo, pero quedaría raro si acercara una mano y tocara tu cara”. Su tierno gesto fue igual de cautivador que perturbadora su evidente intoxicación, y el polvo blanco que asomaba en su nariz tras sus frecuentes visitas al baño. “Cuido de la gente,” comentó más tarde: “Soy muy leal. Muy protectora. Siempre estoy saliendo en defensa de alguien”.
Ésta era la Amy Winehouse que sus amigos y familiares conocían: una persona de naturaleza dulce y maternal que al mismo tiempo sentía un irrefrenable apetito por la autodestrucción. Todo acabó de forma trágica el pasado 23 de julio, cuando fue encontrada sin vida a los 27 años. “Hace tres años, Amy consiguió vencer su adicción a las drogas”, señaló su padre en el funeral que se celebró en Londres el 26 de julio, al que asistieron amigos como Kelly Osbourne y Mark Ronson
Mientras Back to black, su segundo y definitivo disco, volvía a llegar al número uno en algunos países, las multitudes se congregaban fuera de su casa de Camden, en Londres, creando un improvisado panteón conmemorativo con flores, dibujos, cigarrillos y botellas de vodka. “Ella sabía de lo que era capaz y ni siquiera tenía que intentarlo”, escribió Adele, cuyo arrollador éxito de ventas sería difícil de imaginar de no haber sido por Amy. “Si ella quería hacer algo, lo hacía, y si no quería, no. Amy allanó el camino para artistas como yo”, se confesó Adele.
Dejamos el tema Back to black:
La voz de Amy era ronca, sensual y triste, la de un corazón melancólico marinado en whisky y humo de tabaco. Sonaba como si fuera de otra época, y recordaba a Sarah Vaughan, Billie Holiday e incluso a Janis Joplin, quien, al igual que Jimi Hendrix, Jim Morrison, Brian Jones y Kurt Cobain murieron a los 27 años. “Nunca he visto a ningún otro artista improvisar como si alguien le estuviera apuñalando el corazón”, dice Zalon Thompson, corista de Winehouse y amigo cercano. “Cuando cantaba era como si estuviera leyendo su diario. Parece algo muy sencillo, pero de verdad conseguía conectar. Era una verdad andante”, añade.
Back to black fue un clásico instantáneo, con una asombrosa mezcla de soul moderno y retro que atrajo a un público muy variado, y que vendió más de 10 millones de ejemplares en todo el mundo. Su rompedor single, Rehab, era puro Winehouse: ingenioso, desafiante, autocrítico y, de alguna forma, esperanzador. Nunca se disculpó por sus demonios personales, y tras el éxito de Rehab, incluso hizo de esos demonios su marca personal. Era descarada en sus abusos con el crack, la cocaína y el alcohol: reinaba el caos allá donde fuera, desde aparecer borracha en el concurso británico Never Mind the Buzzcocks, a interrumpir a Bono cuando éste recibió un premio gritándole: “¡Cállate ya! ¡Me importa una mierda!”.
Winehouse conoció a Fielder-Civil –un ayudante de producción audiovisual– a los 22 años en un bar, y su intermitente relación acabó por deshacer lo que ya era de por sí una frágil personalidad. Los conciertos pasaron a ser algo secundario: prefería andar pendiente de su “pequeño”. Sus rupturas previas habían sido devastadoras para ella, e inspiraron los momentos más oscuros de Back to black, como Wake up alone, una descorazonadora balada tan deprimente como su título sugiere: Despertándome sola. “Me sentía fatal por el modo en el que nos tratábamos el uno al otro”, contó después de haberse casado: “Creí que nunca nos volveríamos a ver de nuevo. Ahora sólo quiero disfrutar de mi marido”. El plan se desbarató: un año después, Fielder-Civil sería sentenciado a 27 meses de cárcel por acusaciones de asalto e intento de soborno.
Amy y Blake, un amor destructivo.
Amy nació en Southgate, al norte de Londres. Era una niña judía que creció oyendo a clásicos populares como Frank Sinatra o Dinah Washington. Sus padres, Mitch, taxista, y Janis, farmacéutica, se casaron con veintipocos y se separaron cuando Amy tenía nueve años. Aunque ella y su hermano mayor, Alex, vivían normalmente con Janis, Amy se consideraba a sí misma una niña de papá (incluso llevaba la frase tatuada en su hombro izquierdo). Mientras estábamos en Toronto en 2007, su padre vino a la ciudad a pasar unos días, y quedó claro que Amy se desvivía por él: hasta le hizo un sándwich de pavo con pepino que él dijo que le recordaba a uno de pan judío con plátano que ella solía hacerle años antes. “Fui una niña muy tonta, muy hiperactiva”, comentó entonces.
A los 10 años, Winehouse ya había formado un dúo de rap con su mejor amiga inspirado en Salt-n-Pepa llamado Sweet ’n Sour. Un par de años después empezó a tocar la guitarra de su hermano Alex. “Cuando conseguí un poco de dinero me compré la mía propia, así podía tocar cuando quería”, comentó: “Siempre había escrito poemas y cosas del estilo, así que componer canciones no fue nada difícil”. Demostró que era una joven promesa en la Escuela de Teatro de Sylvia Young y estudió brevemente en la reputada Brit School for Performing Arts, la misma a la que asistiría Adele años después. Se hizo un piercing en la nariz, empezó a fumar marihuana y dejó el colegio a los 15 años.
Winehouse entró a cantar en un grupo de jazz a los 16 años, y ofreció conciertos en solitario –sola con la guitarra– unos años más tarde. No pasó mucho tiempo hasta que un amigo le ofreciera gratis su estudio para que grabara algunas maquetas, pero Amy se quedó perpleja:“Nunca creí que ser capaz de cantar tuviera nada de especial”, comentó: “Y tampoco entendí que podía entrar en un estudio sin pagar, y escribir las canciones que yo quisiera. No entendía el porqué”.
En 2002 firmó un contrato de representación con 19 Entertainment –la empresa de Simon Fuller, creador de American Idol, el Operación Triunfo americano– , un contrato editorial con Emi y uno con el sello Island UK. Ese mismo año, se fue a Miami a grabar su primer disco con Salaam Remi, productor de grupos como Nas o The Fugees. “Llegó, se sentó y yo le pregunté: ‘¿Qué es lo que tocas?”, recuerda Remi, que seguiría trabajando con Amy hasta su muerte. “Cogió una guitarra acústica, empezó a cantar La chica de Ipanema y casi literalmente iluminó la sala”, señala Remi. Su disco de debut de 2003, Frank, con toques de jazz, obtuvo grandes críticas y varios premios en Inglaterra.
Pero, por muy bueno que fuera su debut, nada hacía presagiar el éxito de su secuela. En Back to black, Winehouse sufrió una gran transformación: de una prometedora artista convencionalmente bonita a una diva tatuada con un enorme moño que cantaba canciones sobre amor desesperado. Empezó a salir con Fielder-Civil en 2005. La pareja solía ir a un bar del barrio londinense de Camden, en cuya gramola sonaban clásicos de Motown y el pop de los grupos de chicas. Allí jugaban al billar y, sobre todo, bebían. Para ella, el cambio de registro que sufrió su estilo –del casi jazz de sus comienzos al sonido del soul sesentero deBack to black– tuvo mucho que ver con su transición de fumadora de marihuana a bebedora. “Solía fumar mucha hierba”, contó a ROLLING STONE. Y añadió: “Supongo que si tienes una personalidad adictiva, cambias un veneno por otro. La mentalidad de la hierba es muy hip–hop, y cuando hice mi primer disco, lo único que escuchaba era hip-hop y jazz. Esa mentalidad es muy defensiva, del tipo: ‘Que te den, no me conoces’. Mientras que la mentalidad del bebedor es: ‘La tragedia soy yo, te amo, voy a tirarme a la carretera a por ti y no me importa si no me miras siquiera, porque siempre te amaré”.
Ella volvió a contar con el productor Salaam Remi para varias partes de Back to black, pero el destino la acabaría uniendo al otro productor del disco, Mark Ronson, que había cimentado una gran reputación como dj, y también había producido temas para Lily Allen, Sean Paul y Christina Aguilera. Ronson reclutó al octeto de Brooklyn de funk y soul Dap-Kings para que apoyaran a Winehouse en temas como You know I’m no good o Rehab, dándoles un toque retro muy auténtico y molón que encajaba perfectamente con la estética de Amy. “Era obvio que ella conocía la diferencia entre lo que sonaba bien y lo que no”, dice el guitarrista de los Dap-Kings, Binky Griptie, que tocó con ella en la gira de 2007 y continuó manteniendo su amistad. “Tenía muy buen gusto. Eso es cada vez más raro. Hay demasiados artistas cuyas colecciones de discos sólo se remontan a cinco años atrás. Tienes que saber algo de historia musical, y ella la conocía. Por eso estamos aquí sentados hablando sobre ella”, afirma Griptie.
Mark Ronson: “Amy es mi alma gemela musical”.
Ronson vio a la cantante del vozarrón y pintas de mala chica como parte de una tradición de artistas femeninas que la conectaban con aquellas de los años sesenta. “Las Shangri-Las tenían esa misma actitud: chicas jóvenes de Queens con cazadoras de moteros”, contó Ronson a ROLLING STONE hace un tiempo: “Amy tiene una estética alucinante, y es brutalmente honesta en sus canciones. Hace mucho tiempo que nadie en el pop admite sus defectos, porque todo el mundo está obsesionado intentando transmitir perfección. Pero Amy dice: ‘Sí, me emborraché y me caí, ¿y qué?’. No es vanidosa ni le importa la fama.Tiene suerte de ser tan buena, aunque ni siquiera necesita serlo”,
Tras conocer el fallecimiento de Amy, Ronson expresó su dolor en Twitter: “Era mi alma gemela musical y lo más parecido a mi hermana. Éste es uno de los días más tristes de mi vida”.
La exposición a la que Amy se vio sometida por su inmensa fama –y la demanda de giras que siguió al éxito del disco– aceleró su declive. “Siempre estaba cuestionando su capacidad”, señala Dougie Charles-Rider, un viejo amigo de Amy y dueño del pub Hawley Arms, su lugar favorito en la ciudad: “Se tomaba un chupito de tequila o una copa de vino para relajar los nervios. Según pasó el tiempo, fue necesitando cada vez más cantidad para conseguirlo, yacabó perdiendo el control”. Además, su vulnerabilidad era evidente para la gente más cercana a ella. “Una vez, en la gira de Back to black, el mánager estuvo como loco buscando a Amy, que ya llevaba dos horas de retraso”, añade Charles-Rider: “De repente, alguien llama a la puerta, la abro, y es Amy. Se metió en la habitación corriendo, saltó sobre mi cama y se metió dentro del edredón. Estaba muerta de miedo.”
Amy pasó brevemente por un centro de desintoxicación a comienzos de 2008 después de que el diario sensacionalista The Sun publicara un vídeo en el que se le veía fumando crack. Más tarde, Winehouse le diría a Claire Hoffman, de ROLLING STONE, que tomó drogas durante toda su estancia en el centro de rehabilitación. Justo después de que ganara sus cinco premios Grammy, recibiéndolos vía satélite por un problema con su visado, el foco de atención cambió de esperar su siguiente disco a esperar su próxima humillación pública. En medio de su separación con Fielder-Civil tras su encarcelamiento, las cosas fueron aún a peor. Uno de los peores momentos, que alguien grabó y que acabó colgado en YouTube, muestra auna destrozada Amy junto al excantante de los Libertines Pete Doherty jugando con un pequeño ratón blanco, y sus uñas llenas de algo que parece ser resina negra. Amy permaneció con la guardia baja a pesar del ejército de paparazzi que esperaban a las puertas de su casa (y a quienes algunas veces les pedía que le hicieran algunos recados).  “Para ser sincera, mi marido no está aquí, me aburro y soy joven”, le dijo Winehouse a ROLLING STONE “Me sentí como si no hubiera nada por lo que mereciera la pena vivir. Fueron mis momentos más bajos.”

Amy junto a un lugareño de la isla caribeña donde residió unos meses.
Pero a comienzos de 2009 parecía encontrarse mejor. Pasó varios meses en la isla caribeña de Santa Lucía, donde informó de que había dejado las drogas duras. El rostro demacrado de la cantante empezó a ser más saludable, y pareció que la isla le hizo resurgir. Hizo grandes amigos entre la gente local, en particular con Marjorie Lambert, de 57 años, dueña del restaurante Marjorie’s Beach, un bonito bar de bambú y madera cuyas especialidades son el marisco al estilo criollo y el ponche de ron con especias. Amy encontró en el complejo  Cotton Bay Village la privacidad que nunca tuvo en Londres. A veces tocaba alguna canción en el piano de media cola que había en la entrada del hotel o sorprendía a los turistas cantando temas de Back to black en el karaoke que había en el bar de Marjorie. Se hizo tan amiga de uno de los seis nietos de Lambert, una niña de ocho años llamada Dannika, que incluso se planteó adoptarla. Y le pagó una operación de hernia a un amigo de Lambert que no podía permitirse los 4.000 euros que costaba. “Ayudó a mucha gente aquí”, recuerda Lambert: “Era amiga de todo el mundo, y le encantaban los niños. Aquí estaba como nosotros, se sentaba, comíamos justos y hasta contaba chistes”.
Winehouse y Fielder-Civil se acabaron separando en 2009, cuando él aporto para el divorcio unas fotos de ella acurrucada junto a otro hombre en Santa Lucía. Se divorciaron oficialmente en agosto de ese mismo año. Por cierto, Fielder-Civil acaba de volver a entrar en prisión para cumplir sentencia de 32 meses por robo y tenencia de armas. A principios de 2010, Amy mostró más signos de recuperación cuando volvió a trabajar junto a Ronson para grabar la versión del clásico de Lesley Gore It’s my party para un disco tributo a Quincy Jones. En esas sesiones se mostró feliz y saludable. También se mantenía ocupada de otras formas: creó un sello discográfico, Lioness [Leona], para publicar las canciones de su ahijada musicalDionne Bromfield, una cantante de soul adolescente que perseguía los pasos de su madrina. En marzo de 2011, se unió a Tony Bennet en los estudios Abbey Road para grabar el estándar de jazz de los años 30 Body and soul, para el segundo disco de duetos de Bennet, que saldrá próximamente. “Era alguien con extraordinarias aptitudes musicales y una extraña intuición como vocalista”, recuerda Bennet: “Era una persona encantadora e inteligente.Cuando grabamos juntos, su actuación fue extraordinaria, llena de alma”.
Por mucho que apreciara Camden, el áspero barrio del norte de Londres en el que Winehouse vivió desde que se emancipara, no era un buen lugar para escapar de los malos hábitos. En los días posteriores a su muerte, los vecinos incluso decían que sus juergas no eran tan malas comparadas con las del resto del barrio. “La gente se suele referir a Camden Town como el lugar en el que se reúnen los drogadictos y las almas perdidas”, dice Richard Osley, subdirector del periódico Camden New Journal. “La gente de Camden le tenía mucho cariño. Si ella era un desastre, era su desastre. Todo el mundo sentía lo mismo: los vecinos, los periodistas locales, los bares, el bar de kebabs Marathon, donde ella solía comer a altas horas de la noche… Por eso la gente tenía esperanzas en su recuperación”, señala Osley.
Al planear una gira europea de 12 fechas para la pasada primavera, Winehouse ingresó, a petición de su padre, en la famosa clínica londinense Priory (donde acuden muchos famosos a desintoxicarse) para una “evaluación de la rehabilitación”. Salió de la clínica una semana más tarde: le permitieron completar el resto del tratamiento como paciente externo para que pudiera salir de gira. Su representante publicó una nota de prensa afirmando que Winehouse estaba “lista para tocar en Europa en verano y deseando empezar”. “Antes de empezar, todo parecía ir a la perfección: tocó en el garito londinense 100 Club, y aquí también”, confirma Charles-Rider, del bar Hawley’s Arms. “Y parecía muy motivada. El color había vuelto a su cara y había ganado un poco de peso: era como si la vieja Amy estuviera de vuelta”, afirma Rider.
Amy junto a su padre: “Soy una niña de papá”, decía.
Pero su primer concierto de la gira, en el parque Kalemegdan de Belgrado, en Serbia, el 18 de junio, fue un desastre. Ante un público de 20.000 personas, una visiblemente borrachaAmy intentaba recordar las letras, se perdía las entradas de los músicos e incluso dejó de cantar estrofas enteras mientras sus coristas continuaban. La gente empezó a silbar, y ella les tiró un zapato. El 21 de junio, después de que un vídeo de su actuación recorriera todo el mundo, su representante anunció que la cantante “cancelaba todas las actuaciones programadas”,  los 11 conciertos restantes. “Todo el mundo desea hacer lo posible para lograr que se recupere completamente, y tendrá todo el tiempo necesario para conseguirlo”, decía su representante. Su última aparición pública fue tres días antes de su muerte, cuando salió al escenario en una actuación de Dionne Bromfield en el Camden Roundhouse, bailando cerca de su ahijada mientras ésta cantaba Mamma said, de las Shirelles. Estaba sobria pero nerviosa: más parecida a una niña que a una leona.
El vídeo de su desastrosa actuación en Belgrado:


Amy estaba ansiosa de que llegaran los días luminosos. Su productor, Salaam Remi, dice que Winehouse debería haber asistido a la boda de su primer mánager, Nick Shymansky, el día después de su muerte, y que él, ella y Nas tenían planes para irse de vacaciones a Barbados el próximo otoño para celebrar que el rapero y la cantante cumplían años el mismo día, el 14 de septiembre. “Solíamos hablar por Skype durante dos o tres horas”, dice Remi. Y añade: “Ella estaba mejor que hace tres años, eso seguro, y en un lugar diferente. Se ha ido, pero lo que ha hecho, perdurará para siempre”.

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