Frances Morris, la mujer más poderosa del arte contemporáneo

Frances Morris, la mujer más poderosa del arte contemporáneo

La británica dirige uno de los museos más grandes del mundo. Proyecta ampliar la oferta de artistas.
Frances Morris, historiadora
La historiadora Frances Morris es coautora de un nuevo criterio expositivo que puso fin a la cronología lineal en los museos.
Foto: 
Cortesía Tate Modern / Iwan Baan
17 de septiembre 2017 , 11:13 p.m.
La historiadora del arte Frances Morris es la primera mujer en asumir la dirección de la galería de arte Tate Modern, de Londres. Desde junio tiene a su cargo uno de los museos contemporáneos más visitados del mundo, donde se han realizado exhibiciones que marcan hitos, como ‘The weather project’, del danés Olafur Eliasson; la enorme grieta que la colombiana Doris Salcedo abrió en el suelo del museo y las ‘performances’ de la cubana Tania Bruguera.
Historiadora del arte de la Universidad de Cambridge y del Courtauld Institute, Morris empezó a trabajar, en 1987, como curadora en la Tate Britain. En el 2000, se incorporó a la Tate Modern y, al poco tiempo, fue nombrada directora de las colecciones internacionales y del programa de política de adquisiciones.

Quienes han trabajado con ella reconocen su mirada rigurosa y su liderazgo. Como comisaria valorizó a la artista francesa Louise Bourgeois (reconocida por sus monumentales arañas y celdas), fue curadora de la mítica muestra de la minimalista Agnes Martin y coorganizó la retrospectiva itinerante de la japonesa Yayoi Kusam.
¿Cuáles son los desafíos para esta nueva etapa de la Tate Modern, que estrena edificio y dirección?

El nuevo edificio –de 20.700 metros cuadrados– se inauguró con una visión que sitúa el diálogo internacional, la diversidad y la experimentación en el centro de la vida sociocultural. Es irónico que solo días después de nuestra apertura, el Reino Unido tomara la decisión del ‘brexit’ y que, meses después, la elección presidencial en EE. UU. produjera un resultado similar: nacionalista y conservador. En un mundo cada vez más dividido, me parece importante que instituciones públicas como la Tate sigan siendo espacios abiertos al diálogo y motiven la difusión de diferentes puntos de vista.

Por otro lado, reducir la brecha que separa a la gente del arte contemporáneo y permitir que un público amplio tenga acceso a la cultura contemporánea es clave. Estamos desarrollando programas como el espacio colaborativo ‘Tate Exchange’ para fomentar este tipo de diálogos.

Usted fue coautora del criterio expositivo que puso fin a la cronología lineal en los museos. ¿Qué la motivó a hacerlo? 

A finales de los años 90 destinamos mucho tiempo a repensar la cronología lineal, la cual se había desarrollado de acuerdo con la historia modernista establecida por Alfred Barr, fundador del Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMA), en los años 30. Casi todos los museos occidentales han armado sus colecciones conforme a este canon, y nos pareció razonable que, a comienzos del siglo XXI, los museos pudieran pensar en un nuevo modelo que reflejara las diferentes comprensiones de la historia a la luz de las innovaciones en la vida cultural e intelectual. 

¿Qué han conseguido con ese cambio?

Hemos hecho maravillosas conexiones a través de largos periodos de tiempo, mostrando, por ejemplo, el legado del Surrealismo en el arte del pasado reciente, o cómo el ‘land art’ de los años 60 se conecta temáticamente con un género anterior de pintura de paisajes. Asimismo, realizamos exposiciones que sumergen a las obras en sus contextos de una manera muy vívida. 

Se conoce su énfasis curatorial en el rescate de artistas mujeres. ¿Qué planes tiene al respecto?

Estoy decidida a hacerles un lugar en el programa a grandes mujeres artistas de distintas épocas y lugares del mundo. Esto ya se puede ver: actualmente, nuestra colección exhibe a artistas como Rebecca Horn, Phyllida Barlow, Jane Alexander, Ana Lupas y varias más.

La Tate Modern permite exhibir obras monumentales. ¿Las instalaciones tendrán un especial protagonismo?

Estamos dispuestos a dar cabida a instalaciones complejas y desafiantes. En este momento, tenemos una extraordinaria instalación hecha de pelo humano y de parachoques de autos de la artista de Bangalore Sheela Gowda, la cual constituye una especie de meditación sobre la coexistencia de la modernidad y la superstición en la India contemporánea. Por otro lado, el brasileño Cildo Meireles está representado por ‘Babel’, una torre con cientos de radios sintonizadas en diferentes emisoras. Es una metáfora sobre las formas en las hoy que nos conectamos.
La Tate ha incluido ‘performances’ en su programa y nuestros ‘Tanks’ son los primeros espacios en un museo dedicados al arte en vivo
El nuevo edificio de la Tate Modern se inauguró con arte en vivo. ¿Cree que las ‘performances’ serán tendencia?

Históricamente, la Tate ha incluido ‘performances’ en su programa y nuestros ‘Tanks’ son los primeros espacios en un museo dedicados al arte en vivo. También coleccionamos registros de obras ‘performances’, lo que nos permite mostrar los orígenes históricos del arte en vivo a través de nuestra colección. 

A partir de los años 60, el arte se volvió más activo y el público comenzó a involucrarse más como espectador y participante. Y, en efecto, este aspecto del arte parece ser mucho más atractivo para el espectador joven, aquel que le da importancia a la cultura basada en eventos y en la interactividad.

Usted habló de llevar a la Tate Modern ‘lo desconocido’. ¿En qué está pensando?

Parte por hacerles espacio a artistas que han sido dejados de lado y subestimados debido al restringido campo de visión que hemos tenido. Ahora que contamos con una estrategia y un equipo verdaderamente internacional, llevamos a cabo una significativa investigación. Y compartir los resultados de nuestras investigaciones es muy importante para un museo público. 

Me produce una enorme emoción el haber traído y dado a conocer a artistas como el modernista libanés Saloua Raouda Choucair o a la escultora rumana Ana Lupas. Ambos son figuras claves en sus respectivos lugares, pero desconocidos fuera de ellos. 

Usted se refirió también al desafío que implica para un museo como la Tate el dar cuenta del modo en que trabajan los artistas en la actualidad, cuando atraviesan los géneros del arte y desdibujan los límites con otras disciplinas...

Es cada vez más común encontrar a artistas que trabajan en distintos medios y disciplinas. Wolfgang Tillmans, por ejemplo, a quien estamos exhibiendo, hace fotografías, pero también poleras, interpreta música y realiza películas. Como muchos, es difícil de categorizar. Las viejas categorías son menos útiles para evaluar la práctica. Esos límites comenzaron a desintegrarse en los años 60. Artistas como Louise Bourgeois o Robert Rauschenberg rompieron con todas las reglas. Muchos museos siguen dividiendo sus equipos de trabajo en expertos en pintura, escultura, fotografía, etc. Nosotros preferimos trabajar sin estas divisiones.

Y en esos cruces o en alguna manifestación concreta, ¿ve una vanguardia en el arte del siglo XXI o tendría que surgir algo nuevo?

Este siglo está resultando interesante. Los artistas expresan cada vez más su preocupación por el mundo en el que vivimos y por las amenazas de desaparición que enfrentamos como civilización. Eso es poderoso e importante.

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