Kate Millet: "El amor ha sido el opio de las mujeres"





Kate Millet es escultora, escritora, feminista. Cualquiera de estas actividades basta por sí sola para llevarla al éxito. Pero tuvo que ser el escándalo el que la convirtiera en una mujer famosa. Su libro Sexual's politics (La política del sexo), que fue su tesis doctoral, dio la vuelta al mundo, sobre todo a partir del momento en que se atrevió a definirse como bisexual y la revista Time publicó en portada su retrato para vergüenza suya y de su grupo feminista. Ya todo aquello pasó. Kate puede sonreir cuando recuerda ciertos años, que hoy para nosotras, las vergonzantes feministas españolas, son nuestro presente. Un presente plagado de disputas y lucubraciones teóricas esterilizantes.
"Las feministas norteamericanas no somos todas la misma cosa", dice Kate Millet. "Hay todo tipo de mujeres y de enfoques, pero no gastamos nuestra energía en luchas intestinas. La canalizamos en la lucha por la igualdad de derechos, por el aborto, por el salario igual".La marca de fábrica del feminismo europeo es la lucha de clases mucho más marcada en este continente que en América, y que condiciona todos los restantes movimientos.
"Ése es, probablemente, uno de sus problemas", ironiza Kate, "en Europa, naturalmente. En Estados Unidos apenas hay izquierda. Nuestra tradición es muy pobre, apenas se conoce a Marx o las cuestiones de la lucha de clases. La gente, de Reagan para abajo, se pasa la vida mirando las estupideces de la televisión. Esa gente, a quien Reagan ha jodido, despojándola de sus derechos, de sus ayudas económicas, sigue respaldándolo. Y nuestra clase obrera, medida por el criterio europeo, es la más inconsciente y la más confundida del mundo. Así que existe este enorme vacío en la izquierda norteamericana, lo que es una enorme tragedia y un gran fracaso, mientras que en Europa, donde la izquierda está tan bien desarrollada, el feminismo se identifica con la izquierda en gran medida. Pero eso también tiene problemas, puesto que dificulta la difusión y el desarrollo del pensamiento feminista, ya que siempre la izquierda le está diciendo lo que tiene que hacer".
Kate hace hincapié en la frustración que ha supuesto para la izquierda de Estados Unidos la pérdida del sentido de lucha que tuvo durante la guerra de Vietnam. Y el vacío que se sintió en aquel momento en la lucha de la mujer, que fue llenado por el feminismo.
"Es una verdadera pena que no tengamos un partido feminista en Estados Unidos, donde el movimiento es una fuerza política independiente y poderosa. Me parece estupendo que fundarais vosotras uno. Aquí haría falta primero establecer a las mujeres como clase política. Ésa sería la toma de posición política más fuerte que ninguna otra que conozca en Estados Unidos".
'Estamos asediadas'
P. ¿Qué esperas del futuro del movimiento en Estados Unidos?
R. Es un movimiento muy fuerte, muy genuino; así que perdura y se mantiene. Tiene mucho arraigo y perdurará, gústele o no a los medios de comunicación. Pero estamos asediadas, pasando un terrible reflujo. El ambiente de la opinión pública es espantoso, muy conservador con la mayoría moral, un régimen muy reaccionario en el poder, y esto ha atenuado mucho la comprensión de las cosas. La inconsciencia ciudadana permite el desmedido presupuesto militar, la invasión de Nicaragua y de El Salvador. Este régimen ha logrado intimidar económicamente a la población. Los norteamericanos están muy mimados. En otros países, la gente va a la cárcel y enfrenta la tortura para defender sus posiciones. A los norteamericanos les aprietas un poco el bolsillo y son como conejos, sin atreverse a hacer ruido. Hay una tendencia general hacia todo tipo de autoritarismo: el patriarcado, claro, el militarismo. Los que están en el Gobierno saben bien lo que hacen, el pueblo acepta a la CIA y a las otras agencias secretas, la reglamentación de la vida de los ciudadanos, la erosión de los derechos civiles. Todo el presupuesto se ha modificado: lo que antes se dedicaba a servicios humanos, ahora se derrocha en guerras inusitadas. Ahora mismo, éste es un sitio muy sombrío.
A mí me parece sumamente alarmante la conducta del pueblo norteamericano. El silencio y la apatía son sobrecogedores no sólo para Estados Unidos, sino para el mundo entero. Estados Unidos es una potencia imperialista que despoja a otros países de su riqueza, aun de su sustento, manipula sus Gobiernos, viola impunemente el derecho internacional y ha montado este tinglado demencial de confrontación entre las superpotencias y sus dichosos misiles. Me encuentro muy enajenada de Estados Unidos actualmente.
P. ¿Sólo hablas ahora como ciudadana o como feminista?
R. Como feminista, me siento más optimista que como ciudadana, ya que estoy vinculada a un movimiento intemacional. Es consolador el derecho del internacionalismo. Verdaderamente, el nacionalismo es una idea fatal, y en Estados Unidos es una especie de tumor maligno. La internacionalización del feminismo es una gran esperanza para todos, es lo que nos vincula con las mujeres de Nicaragua, de El Salvador, de Francia, de España.
P. ¿Qué significa para ti el amor?
R. Significa gran parte de mi vida. Conozco el amor heterosexual y el homosexual, y como lesbiana he conocido la persecución, la maledicencia y el maltrato. El amor ha sido el opio de las mujeres, como la religión el de las masas. Mientras nosotras amábamos, los hombres gobernaban. Tal vez no se trate de que el amor en sí sea malo, sino de la manera en que se empleó para engatusar a la mujer y hacerla dependiente, en todos los sentidos. Entre seres libres es otra cosa.
P. ¿Es preferible el amor homosexual para las mujeres?
R. Yo creo que para mí, como para otras muchas mujeres como yo en el movimiento, que amamos mujeres, fue algo tan natural como inevitable. La camaradería que fuimos forjando nos llevó a cruzar la barrera sexual simplemente. Pero sobre todo hay que pensar que el movimiento feminista debe mantenerse unido, y ello exige una redefinición del lesbianismo dentro del feminismo. Crear unanimidad y tolerancia entre homosexuales y heterosexuales y luchar por objetivos comunes. Vivimos una época en que no sólo el patriarcado, sino la heterosexualidad, están en vías de desaparición, por lo menos como los hemos conocido hasta ahora, que son verdaderas monstruosidades.

Lidia Falcón

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