ORLAN: «Yo soy a la vez una mujer y un hombre»



Primera exposición de ORLAN, la creadora que revolucionó la «performance» con sus intervenciones quirúrgicas, en Valencia






Apropiándose de imágenes y referencias aparentemente incuestionables, sagradas incluso, para romper con los parámetros estéticos, ORLAN (el nombre ha de escribirse en mayúsculas) expone en Valencia por primera vez, simultaneando esta muestra en la galería espaivisor con la obra de Lea Lublin (que acaba de inaugurar en el CAAC), mientras el Grand Palais en París expone ORLAN & L'Orlanoïde. Dos proyectos, dos épocas y una mirada trasversal al trabajo de una autora (Francia, 1947) que impactó al mundo con sus intervenciones quirúrgicas convertidas en obra de arte.
¿Hemos malinterpretado a ORLAN?
Efectivamente: los periodistas a menudo interpretan lo contrario de lo que quiero expresar, viéndome envuelta en escándalos mediáticos. Mis modificaciones quirúrgicas, pioneras en la performance no buscan la belleza de un canon generalizado. Mis implantes de cuernos en la frente podrían convertirme en un monstruo, pero no lo soy.


¿Cómo influyen las nuevas tecnologías en su obra?
Amo la intensidad, me gusta vivir mi tiempo y comprenderlo. En este sentido, me interesa la tecnología, pero tengo una actitud crítica ante ella. 
Sus trabajos expuestos en espaivisor son precursores del «collage» digital...
Para mí estas obras son muy importantes porque se han visto poco. Con ellas empecé a utilizar falso mármol y fotocopias, investigando la relación entre falso y real, tomando imágenes de madonnas. La primera vez se expusieron en 1985 en París gracias a Pierre Restany, luego en FIAC, y, gracias a Mira Bernabeu, ahora en Valencia. Me parece fantástico que se aprecie el trabajo que realicé con Lea Lublin, a quien me unió una amistad.
¿Cómo fue trabajar con el crítico y comisario P. Restany?
Muy cómodo. Él siempre me apoyó y le interesó este trabajo. Cambio mucho de medio, de material y tecnología, uso materiales diferentes, porque para mí lo principal es el concepto.
A partir de su actual trabajo con robótica y androides, ¿rompe con los roles de género masculino / femenino?
Existen robots que se fabrican intencionadamente sexualizados. No creo que la robótica en general difumine los límites entre géneros. En mi instalación del Grand Palais me represento como ser masculino y femenino. Yo soy una mujer y un hombre, siempre he tenido la intención de romper la dicotomía de géneros.
¿Se trata de una inteligencia artificial?
La inteligencia artificial actualmente no existe: más bien se trata de estupidez artificial. Quien fabrica el cadáver exquisito de un robot es un ser humano que le da medidas humanas.
Pensando en el futuro, quizás en uno distópico, ¿usted confiaría más en los humanos o en las máquinas?
Ni tecnofilia ni tecnofobia. Me preocupa la actitud que vayamos a tener los humanos. Me preocupa por qué se vota a Trump o se limita el derecho al aborto. 
¿Cuál cree que es el gran problema de nuestro futuro más inmediato?
El gran problema de la Tierra es la sobrepoblación, hay demasiados humanos. En cierto modo, los ecologistas esconden este problema que es demográfico. La realidad es que no disponemos de alimentos ni recursos naturales suficientes. Es un tabú que distorsiona el orden habitual de las cosas. Se supone que las mujeres tienen que querer hijos: yo digo no a más bebés. 
En su Manifiesto sobre la Muerte, presente en su web y en la exposición de París, interpreta el cuerpo como una máquina, pero las máquinas no mueren...
Mi androide no sobrevivirá. Las máquinas tampoco son eternas. El sistema técnico va cambiando, son degradables, así que su eternidad es tan poco fiable como la nuestra. Espero que cada vez vivamos más pero lo que no tiene sentido es prolongar la vida con condiciones de degradación. Esto es: que si llegamos a octogenarios acabemos viviendo prácticamente torturados. 
¿Cómo percibe el vínculo de su obra con el público más joven?

Positivo. Más allá de las nuevas tecnologías que recrean el cuerpo, mis proyectos artísticos actuales buscan que nuevos públicos repiensen sobre sus propios cuerpos.



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