Juana de Aizpuru: «Jamás me ha faltado la confianza de que mi proyecto era válido»





Juana de Aizpuru (Valladolid, 1933) es la próxima invitada al ciclo sobre arte y cultura que organiza la Fundación Barrié en colaboración con el CGAC, en el que participa con la ponencia Las galerías como agentes dinamizadores del desarrollo del arte -hoy, en la sede coruñesa de Fundación Barrié; miércoles, en el CGAC, en Santiago, ambos días a las 20 horas-. En 1970 abrió su primera galería y en 1982 puso en marcha la feria Arco, 45 años de una trayectoria que ha sido reconocida con la Medalla de Oro a las Bellas Artes.
-¿Cómo se sostiene un proyecto cultural privado durante 45 años?
-No puedo hablar en general, pero sí de mi caso. Le diré que en estos 45 años he pasado por momentos muy difíciles, pero jamás me ha faltado la confianza y el absoluto convencimiento de que mi proyecto era válido, de que merecía la pena luchar por él. Ha sido una forma de vida, de realizarme. No le he exigido nunca a mi trabajo una compensación económica estupenda: el mero hecho de poder seguir ejerciendo mis funciones en la galería, de seguir exponiendo y apoyando a los artistas jóvenes, eso me ha bastado y gratificado completamente. En estos 45 años hemos pasado muchas crisis: unos han cerrado, otros se han desmoralizado, pero yo nunca he perdido mi ilusión, mi vocación y mi convicción de que las dificultades eran pasajeras y que merecía la pena seguir adelante.
-Y los artistas, ¿cómo han reflejado estos 45 años de cambios?
-Fíjese, cuando yo abrí mi galería, como estábamos tan aislados, eran muy pocos los artistas españoles que tenían una repercusión internacional, y no como artistas españoles, sino como individualidades. Porque Chillida y Tàpies eran conocidos fuera, pero porque los llevaba una galería de París, lo mismo Palazuelo y Miró. El arte español como tal era el gran desconocido porque no podíamos salir y aquí no venían tampoco exposiciones de arte internacional. Lo que se sabía aquí del panorama en el extranjero era por revistas. Con Arco llega el arte internacional y sirve de trampolín para que los artistas españoles salgan y sean conocidos. En los 80 los artistas españoles empiezan a cambiar de situación, de estilo, y aspiran a convertirse en creadores internacionales. Como fue la cosa un poco precipitada, para mí que esa generación de los 80 se malogró un poco porque esa exposición a lo internacional fue súbita. Luego surgió la de los 90, que ya iba mejor preparada, que ya habían nacido como artistas en una España internacional y hasta hoy, que han evolucionado en sus planteamientos y ya se consideran artistas universales. En todas partes los artistas son muy nómadas, viajan mucho, unos se aposentan un año en Pekín, otros en Ámsterdam, otros en Nueva York. La vida, las ilusiones, los fines de un artista español son ahora los mismos que los de cualquier otro país.
-Esa internacionalización también afecta a los mercados: ahí están las fortunas de oriente arrasando en las subastas.
-Eso es otro fenómeno aparte: otra parte del mercado del arte muy lejos del que pueden estar mi galería y tantas otras, creo que todas las españolas, motivado por esa abundancia extraordinaria de dinero que tienen algunos países. Algunos han encontrado en el arte un vehículo maravilloso para dar a conocer su poderío y poner en el mapa sus países. Por eso en Dubái se están haciendo tres museos a todo meter y están comprando obras para llenarlo. Alrededor de estos grandes magnates han tenido que surgir unas galerías para abastecerlos, aunque no compran nada que no sea del millón de dólares para arriba, y ha habido que crear unos artistas estrella para estar al nivel de estos coleccionistas, aunque yo no les daría ese título. Pero, en fin, como compran, se les da ese título.
-Ha definido su relación con el arte en términos de enamoramiento. ¿Cuánto hay de visceral y cuánto de intelectual en su conexión con una obra?
-Pues evidentemente las dos cosas. Después de tantos años viendo arte me sigue gustando descubrir nuevos valores y enfrentarme a una obra desconocida. Es la experiencia visual, emocional, visceral, la que te vale para enfrentarte a una producción desconocida, para saber escudriñar en ella; y, aunque no descubras todo, la mayor parte sí. Muchas veces me preguntan que cómo selecciono a los artistas y siempre digo que es como un enamoramiento. Es difícil de explicar. Llegas a uno que realmente te impacta: lo que quiere decir es algo que estoy deseando escuchar y además lo dice de una forma en la que yo también deseo que me lo diga, porque lo entiendo o me llega de forma más visceral a mis sentimientos.
-En su galería tiene obra del fotógrafo gallego Virxilio Viéitez. ¿Qué le atrae de su trabajo?
-Parece un poco milagroso, porque según tengo entendido este señor era el clásico fotógrafo de bodas y bautizos, que se dice. Vivía en un pueblo y trabajaba en los de alrededor. Su hija, que trabajaba con él de pequeñita, positivó sus fotografías y organizaron una exposición pequeña en el pueblo. Pero mire usted que pasaron por allí unos comisarios [Manuel Sendón y Xosé Luís Suárez Canal] y vieron su calidad. Y así fue descubierto. Montaron una exposición y el catálogo llegó a mis manos. Y yo dije: qué barbaridad, es increíble. Se ve que este hombre no sabía lo artista que era, porque tiene rasgos de verdadero artista.

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