Arquitectas que abrieron puertas


La arquitecta Rita Fernández Queimadelos entre sus compañeros de   la Escuela de Arquitectura de Madrid donde ingresó tras completar Químicas  y Exactas en Coruña.
La arquitecta Rita Fernández Queimadelos entre sus compañeros de la Escuela de Arquitectura de Madrid donde ingresó tras completar Químicas y Exactas en Coruña.

El testimonio de cualquier pionero es fundamental para poder escribir la historia ya que, curiosamente, es el contexto más que los hechos lo que termina por describir las épocas. Así, las palabras y los recuerdos de las arquitectas gallegas pioneras Elena Arregui, Milagros Rey, Myriam Goluboff, María Jesús Blanco, Julia Fernández de Caleya, Pila Rojo o Teresa Táboas son importantes tanto por lo que revelan en singular como por lo que representan en plural. En singular describen las dificultades y los logros de mujeres con sobresaliente capacidad intelectual, enorme inquietud y notables posibilidades económicas. En plural, dibujan una época en la que en algunas academias no se preparaba a las mujeres para el examen de ingreso en la Escuela “porque ni trabajan ni dejan trabajar”. Lo cuenta Elena Arregui Cruz-López, una de las ocho proyectistas entrevistadas por María Carreiro y Cándido López para el libro Arquitectas pioneras de Galicia (Universidade Da Coruña).
Vaya por delante que las ocho mujeres retratadas en este libro, a partir de sus propias declaraciones, fueron o son personas privilegiadas. Les costó llegar a ser arquitectas pero en su contexto existía la posibilidad de serlo. Lógico es entonces que la discriminación que vivieron les pudiera parecer a veces, y sólo a algunas, anecdótica o algo alejado de su vida. No por ello dejaba de ser algo habitual, y no exclusivo de la arquitectura, en un tiempo en el que al propio padre de Rita Fernández Queimadelos lo desheredaron al quedar huérfano con 12 años. Eso sí, el hombre llamó La Modernista a la mercería que montó en Ourense.
La figura de Matilde Ucelay, la primea arquitecta española, está detrás de varias de estas mujeres que no aceptaron no como respuesta. Sucedía en un tiempo en el que eran las abuelas las que debían convencer a los padres (a la figura paterna), como le sucedió a Fernández. Pero también fue una época de jóvenes tenaces y seguras: “Me puse dos condiciones: no perder los veranos y acabar la carrera de piano” -dice Elena Arregui como si estudiar arquitectura fuera un capricho o una distracción de sus objetivos vitales- . Arregui recuerda una carrera completa en la que los arquitectos que ganaban concursos no impartían docencia y ellas se autoformaban, como ellos, con las revistas.
Milagros Rey fue a la vez arquitecta municipal y jefe de bomberos. Su padre, proyectista también, se negó en redondo a que ella estudiara arquitectura: “tenía miedo a que me ocurriese un accidente y me lastimase en una obra”. No era exceso de cautela, la preocupación de su padre delataba un problema fundamental en las obras: no había medidas de seguridad.
Entre las pioneras más jóvenes Pilar Rojo decidió que “con un marido arquitecto me buscaría mi parcela”. “Me inculcaron que no iba a disponer de autonomía en la vida si carecía de independencia económica”. La más joven, Teresa Táboas, tiene claro que “lo sencillo es aceptar todo y no reclamar nada. Pero eso es estar muerto”.
El libro, plagado de anécdotas y datos personales, retrata la evolución de la relación entre las mujeres y los estudios y el ejercicio de la arquitectura. Así, tiene, fundamentalmente, un valor documental. Está claro que cualquiera de las ocho entrevistas realizadas por los también arquitectos María Carreiro y Cándido López sería más directa, legible, inmediata e impactante editada. Pero no es este un libro de impacto que exija edición. Su lectura requiere la paciencia de la investigación. Las respuestas son documentos, testimonios de un tiempo que, aunque sucedió anteayer, está a punto de desaparecer. De hecho, una de las entrevistadas, Rita Iranzo, ofrece un testimonio indirecto. Habla de los recuerdos de su madre, Rita Fernández Queimadelos. Por eso el libro es una memoria que incluye mucha información sin interpretación y, sin embargo, también una pequeña tesis sobre la idea del pionerismo. ¿Quién lo es? El que empieza. En este caso, la que empieza. Estas arquitectas fueron las primeras gallegas en titularse, ejercer como docentes o desempeñar cargos públicos relevantes. Con su obsesión por no depender de nadie, su alta autoestima, el compromiso con la política de algunas y su rebelión contra la sociedad, todas abrieron una puerta.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Ángeles Caso impulsa un ‘crowdfunding’ para un libro infantil ilustrado de grandes artistas

Impériale Annette Messager

PLAUTILLA BRICCI, LA PRIMERA MUJER ARQUITECTA DE LA HISTORIA