Activista antes del activismo





En 2.000 metros cuadrados de exposición, la muestra repasa la actividad de una de las artistas «fundamentales» de los siglos XX y XXI, que tuvo entre sus temas recurrentes el poder de lo femenino y el ataque a las convenciones sociales, destacó ayer el director del museo, Juan Ignacio Vidarte.
Así, la primera gran retrospectiva dedicada a Niki de Saint Phalle en España podrá verse desde hoy y hasta el 11 de junio en la tercera planta del museo, organizada por el propio Guggenheim Bilbao y la Réunion des Musées Nationaux-Grand Palais de París, con la participación de la Niki Charitable Art Foundation. Comisariada por Camille Morineau y Álvaro Rodríguez Fominaya, la exposición realiza un recorrido cronológico y temático por la obra de la artista, marcada artísticamente por sus vivencias en Mallorca y su encuentro con el parque Güell de Antoni Gaudí y que realizó a través de su obra una fuerte contestación política a los acontecimientos y la realidad social del momento, sobre todo en lo relativo a la situación de la mujer.
Las Nanas, las pinturas-disparo y obras públicas como la Fontaine Stravinsky, junto al Centre Pompidou, son quizás sus facetas más conocidas. La exposición las recupera y se sumerge además en otros aspectos de una artista «muy completa», resaltó la comisaria, que se convirtió en puente entre la cultura americana y la europea. Nacida en Francia, aunque creció en Estados Unidos, Niki de Saint Phalle vivió siempre a caballo entre los dos países y sus obras tan pronto hacían referencia a Jasper Jones y Robert Rauschenberg como a los artistas europeos.
Saint Phalle se introdujo en el arte a finales de los años cincuenta, con una serie de pinturas de gran formato que recogen la influencia de ambos continentes y en algunas de las cuales, como Experimento nocturno (1959) pueden verse ya «temas fundamentales en su obra» como la violencia, explicó Rodríguez Fominaya.
Aperitivo o Retrato de mi amante (1960) y San Sebastián son un paso más en esa trayectoria. En ellas, una diana con dardos sustituye el rostro de un retrato. El gran salto, sin embargo, lo dará con su impactante serie Disparos, que combina escultura, pintura y performance. En ella, objetos cuidadosamente elegidos eran rellenados con bolsas de pintura de colores, sujetados a una superficie plana y recubiertos con yeso blanco. Una vez en la sesión, la artista u otros participantes disparaban a la pieza, dando lugar a explosiones de color. Muchas de estas sesiones eran grabadas y fotografiadas en documentos que recoge la exposición.
Con ellas, Saint Phalle disparaba simbólicamente a los maestros,pero también a la situación política y la Guerra Fría, en obras como Kennedy-Kruschev (1962). «Aunque se ha olvidado, Saint Phalle fue una de las primeras artistas políticas», resaltó la comisaria Camille Morineau. Con frecuencia, sus disparos se referían también a la cultura popular y a la propia sociedad patriarcal.
El interés por el papel de la mujer en la sociedad la llevó a explorar los roles femeninos en ensamblajes como Novia,Alumbramiento, Prostituta, Hechicera y Diosa, precursores de un trabajo que cristalizaría en la conocida serie de las Nanas. «Coloristas, muy sexualizadas y muy dinámicas, porque saltan y bailan», explicó Morineau, las voluptuosas figuras representan un nuevo mundo en el que las mujeres «han dejado de ser víctimas», tienen plenos derechos y están liberadas de estereotipos impuestos, entre otros, por la moda.
«Mis Nanas poseen un gran tamaño porque los hombres también lo tienen. Ellas deben ser aún mayores para poder ser iguales», defendía la artista. Algunas de ellas, como Rosy negra o Mi corazón pertenece a Rosy (1965), inspirada por Rosa Parks, son también una declaración en favor de la lucha por los derechos civiles encabezada por activistas como Martin Luther King. En sus últimas etapas, las formas evolucionarán hasta la serie Madres devoradoras, reflexión sobre las familias y las mujeres atrapadas en el papel doméstico, explicó la comisaria.
Los cuerpos de las Nanas pronto se transforman, además, en Casas-Nana, como la que se ubicó de forma temporal en 1966 en el Moderna Museet de Estocolmo, con una entrada a través de la vagina, años antes de que se produjera en Occidente la revolución sexual.
Desde su visita al parque Güell en 1955, Niki de Saint Phalle estaba convencida de que el arte debía salir de los museos, y fue una firme defensora del arte público, que en ocasiones costeaba ella misma. La exposición del Guggenheim se cierra con una selección de maquetas, imágenes y vídeos de algunas de estas obras, como el Jardín del Tarot en la Toscana y El círculo mágico de la reina Calafia en California, donde además plasma la influencia que tuvo al final de su obra el arte mexicano.

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