La matemática odiada por Hitler y admirada por Einstein


Si hay un nombre femenino que recordar en la historia de las matemáticas es el de Emmy Noether. Por lo menos para alguien que sabía del tema como Albert Einstein, quien la definió como la «genio creativa de las matemáticas más significativa desde que comenzó la educación superior para las mujeres».
De origen judío, Noether nació en la Baviera alemana hace este lunes 133 años –de ahí que Google lo celebre con un «doodle»– en una familia de matemáticos. Hasta tres generaciones se habían dedicado a los números y ella no quiso ser menos. Aprendió acudiendo a las clases que impartía su padre en la universidad, ya que era una época en la que no se admitían mujeres en las aulas. Iba de simple oyente.
Dada su persistencia, Emmy Noether consiguió que la dejasen matricularse en Erlangen, la universidad de su ciudad natal, donde se doctoró con un célebre trabajo sobre los invariantes. Tal fue su éxito, que el profesor David Hilbert la invitó a impartir una serie de conferencias en Gotinga, aunque no consiguió llevarlas a cabo por la oposición de parte del profesorado. Solo le permitieron acceder a un puesto no oficial de profesora asociada.
Consiguió revolucionar el campo de las matemáticas con teorías sobre anillos, cuerpos y álgebras. También el de la física, con el teorema que lleva su nombre y que relaciona dos ideas básicas: la invariancia de la forma que una ley física toma con respecto a cualquier tranformación y la ley de conservación de una magnitud física. Un teorema que se suele formular como «a cada simetría le corresponde una ley de conservación, y viceversa».

Exiliada en Estados Unidos

Reconocida en su mundo, no lo era por su propia nación, que le dio la espalda tras el ascenso de Hitler al poder. Aquella Alemania no estaba hecha para genios; no si eran judíos y Emmy Noether fue un caso más de los dotados que fueron ninguneados y olvidados. Le fue imposible seguir dando clase en la Universidad de Gotinga tras la aprobación de la Ley para la Restauración del Servicio Civil Profesional, que impedía mantener su puesto a los funcionarios judíos y políticamente sospechosos.
Sin poder dar clases ni conferencias bajo su nombre, Emmy Noether tuvo que exiliarse en Estados Unidos, donde continuó sus estudios y trabajos en el Instituto de Estudios Avanzados de Princeton, compaginándolos con su labor de profesora en Bryn Mawr. Allí desarrolló su labor hasta que, dos años más tarde, le descubrieron un tumor pélvico y falleció a consecuencia de la operación.

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