Candida Höfer: «No soy una fotógrafa de arquitectura, veo mis obras como retratos de espacios»







Luminosidad, simetría y proporción son características del concepto de la belleza clásica que están presentes en las fotografías de la artista Candida Höfer (Eberwalde, Alemania, 1944), a las que ella ha añadido la determinación existencial del silencio. Las primeras series de la tipología de sus obras están dedicadas a los ambientes cotidianos de las calles de Liverpool y de la comunidad turca en Alemania y Turquía. Rapidamente evolucionará a lo que son sus fotografías más características, centradas en espacios interiores de museos, teatros, bibliotecas, iglesias... Un estatismo que carece de tiempo, de presencia humana y que, por tanto, nos sumerge en el silencio. Invita a la concentración necesaria para apreciar la inmensa riqueza de su visión espacial y la belleza de sus imágenes. 
«Teatro Científico
—Entre 1973 y 1982 estudió en la Kunstakademie de Düsseldorf, donde recibió las enseñanzas de los fotógrafos Bernd y Hilla Becher. ¿Qué fue lo más importante que recibió de esta preparación?
—La docencia de Bernd y Hilla no se desarrollaba como una enseñanza al estilo tradicional. Ambos nos invitaban a estar abiertos a las experiencias y a valorar el arte en general. También nos enseñaban a no limitarnos solo a la fotografía y a mantener los ojos abiertos, así como a debatir y a tener conciencia política.
—¿Su gran interés por la arquitectura coincide también con este periodo?
—Durante mi proyecto sobre los turcos que viven en Alemania me di cuenta de que, por muy amablemente que me recibiesen, me resultaba incómodo importunarles. Al mismo tiempo, era impresionante ver cómo mis anfitriones habían recreado su propio entorno en sus restaurantes, tiendas y espacios cotidianos para sentirse más en casa. Aquello me mostró la importancia del entorno creado.
—Esta serie que nombra, «Turcos en Alemania», junto con otras como «Liverpool» o «Pillbal», están centradas en el retrato y constituyen los primeros trabajos de su carrera, abandonando posteriormente la inclusión de la figura humana en sus obras. ¿Qué le aportó el retrato?
—Hasta cierto punto, veo mis obras como retratos de espacios; ésta es también una de las razones por las que no me considero una fotógrafa de arquitectura.
—¿Y qué le hizo prescindir de la fotografía en blanco y negro para centrarse en el uso del color?
—Probé la fotografía de color y comparé los resultados y descubrí que el color aportaba más a la clase de trabajo que hago.
—¿Qué significado añade el formato al mensaje de sus obras?
—Por lo que respecta a mis obras de formato más grande, creo que mi mayor interés lo constituyen la luz, las estructuras, las repeticiones formales y las variaciones como características de un espacio. En cuanto a las obras más pequeñas y recientes, examino esos elementos de un modo más abstracto.
—Aúna en sus fotografías dos conceptos ideales como son conocimiento y belleza. ¿No hay en usted una inconsciente búsqueda de la perfección? ¿Es usted así?
—Me temo que soy una perfeccionista impaciente. Los formatos grandes requieren mucha organización y preparación a causa del formato mayor de la cámara. Este es uno de los motivos por los que, aunque sigo haciendo proyectos de gran formato, ahora utilizo cada vez más una cámara de bolsillo para las obras más pequeñas y abstractas, y así disfruto de la libertad de no tener restricciones organizativas.
—La tecnología fotográfica avanza con rapidez. ¿Hace usted uso de esos avances?
—Estoy al tanto de los avances y me informo. No soy reacia a la tecnología, pero tampoco me siento impulsada por ella.
—En sus fotografías arquitectónicas sin presencia humana, esta ausencia está muy presente debido a esa necesaria relación entre cultura y hombre. ¿No quiere distracciones en la contemplación de sus espacios ideales?
—La necesidad que menciona se hace más visible con la ausencia. Lo que empezó siendo una manera de no molestar a la gente mientras hacía mi trabajo se convirtió en un proceso de aprendizaje sobre la presencia de lo ausente. 
—¿Qué es más importante para usted en la fotografía? La estética, la técnica, la idea...
—La imagen.
—¿Qué es imagen para usted?
—Trato de dar una respuesta con mis imágenes.
—¿Cuál diría que es el momento más pasional de su proceso creativo?
—Cuando trabajo con la fotografía, una vez tomada, para convertirla en una imagen.
—Los motivos más destacados de su trayectoria artística son los espacios interiores y sus funciones y la arquitectura. ¿Podría hablarme de la «Psicología de la arquitectura social»?
—Me interesan, sobre todo, las relaciones visuales que hay dentro de cada espacio singular y las capas de uso visibles en dicho espacio. Si con el tiempo el conjunto de mi obra contribuye a ampliar las percepciones, eso sucedería a mis espaldas, por así decirlo.
—Sus fotografías poseen singularidades sociales, geográficas e históricas que las dotan de carácter y que contrastan con un mundo globalizado. ¿Siente nostalgia de lo perfecto en el arte, de los valores estéticos antiguos, de la pretensión de escapar a la vulgaridad...?
—Creo que, delante de las fotografías en su tamaño original (no las que se ven en un libro), lo que puede surgir, incluso en espacios con una carga histórica, es la sinceridad y la claridad. A veces también el humor del espacio, que no invita a la nostalgia sino que tan solo muestra la fuerza del presente en el espacio.
—En la serie de bibliotecas, ¿cuál es la importancia para usted de los libros siendo hija de un periodista?
—Los libros no solo son interesantes por la lectura, sino por su presencia física, sobre todo cuando están presentes en grandes cantidades. También su orden y su variedad de colores y formas me han parecido siempre visualmente atractivos.
—Acaba de inaugurar en la galería Helga de Alvear una exposición titulada «El espacio, el detalle, la imagen». ¿Podría hablarme de ella?
—Como indica el título de la exposición, bajo el denominador común de «imagen» quiero mostrar y poner en relación mi tratamiento de los grandes espacios y las obras, así como proyecciones más pequeñas, abstractas y centradas en los detalles. La primera obra que expuse en una galería (en Dusseldorf durante la década de 1970), como posiblemente recordará, fue una proyección («Turcos en Alemania»). El formato de la proyección siempre me ha interesado porque permite una dinamización de la imagen sin cruzar la frontera de –al menos para mí– un medio claramente diferenciado, la película. Sin embargo, la muestra de la galería también brinda la oportunidad de proyectar una película que no es mía, sino que trata sobre mi forma de trabajar («Espacios silenciosos», del director portugués Rui Xavier, que se proyectó el viernes en el Círculo de Bellas Artes).
—¿Se enfrenta con ilusión a su próximo proyecto? ¿Podría desvelarnos algún secreto?
—Por invitación de mi galería mexicana, acabo de pasar tres semanas en México y ahora trabajo en el material de sendas exposiciones museísticas en México y Alemania.

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