Complejo de Casandra: ¿por qué tantas mujeres lo padecen?
El mito de Casandra ha sido utilizado como metáfora de diversos fenómenos sociales y psicológicos, haciendo referencia principalmente al silenciamiento o descreimiento de aspectos relacionados tradicionalmente con lo femenino por parte de figuras o instancias dominantes. Estos elementos femeninos invisibilizados son, entre otros, la intuición, la imaginación o lo creativo.
Este eclipsamiento de las cualidades consideradas femeninas puede ser llamado “complejo de Casandra”.
Casandra: la princesa troyana
El mito, que fue inmortalizado en la Ilíada de Homero, nos cuenta que Apolo, dios de la razón, la lucidez y la mesura, fascinado por la belleza de Casandra, le prometió el don de la profecía a cambio de que se convirtiese en su amante. Casandra, hija de los reyes de Troya, aceptó el don, pero rechazó a Apolo, quien ofendido la maldice haciendo que sus predicciones, aunque certeras, no fueran creídas ni tenidas en cuenta.
Al no poder evitar ni transformar los acontecimientos que preveía, entre ellos la caída de Troya y su propia muerte, el don se convirtió para Casandra en una fuente continua de dolor y frustración, siendo además excluida y estigmatizada por sus visiones.
El mito de Casandra nos habla del aspecto oscuro de Apolo, es decir, cuando la racionalidad que caracteriza al patriarcado, se olvida de sus raíces matriarcales y de manera arrogante se revela a través de la misoginia equiparando lo femenino a lo carente, lo débil y a lo que susceptible de ser dominado, explotado y violentado.
El mito visibiliza la necesidad de que el pensamiento lineal, lógico, analítico, cuantitativo y penetrante, que brinda soluciones pragmáticas y que se suele relacionar con lo masculino, se complemente con el llamado pensamiento del corazón, con la receptividad, con lo cualitativo, con la creatividad, con la síntesis y el acogimiento, relacionados tradicionalmente con lo femenino.
La descalificación de lo imaginario en la modernidad
Dentro del contexto del materialismo científico, enmarcados en el paradigma newtoniano y cartesiano, diferentes aspectos reacios a suscribirse a la lógica instrumental y productiva como la intuición, la imaginación y todo el ámbito de lo no visible (relacionados tradicionalmente a lo femenino) comenzaron a ser considerados como erróneos, oscuros, pueriles, supersticiosos y con nula legitimidad para aportar un conocimiento válido sobre lo humano.
El Mito de Casandra representa la tragedia y desequilibrio que conlleva la desatención y el desprecio del ámbito no racional, subjetivo e inefable de nuestra naturaleza.
Al interior de la propia ciencia, la física cuántica, cuyo objeto de estudio son las partículas más pequeñas de las que está compuesto el universo, es decir, lo infinitamente pequeño, lo no visible, ha invalidado la concreción absoluta que se presuponía para la materia desde materialismo científico, revelándole un aspecto misterioso, paradójico e irracional que guarda contundentes similitudes y correspondencias con la naturaleza de la psique.
Derrumba por ejemplo la pretensiones de objetividad, evidenciando la afectación del observador en lo observado cuando se experimenta con proporciones cuánticas.
El desprestigio y expulsión del alma en el mundo contemporáneo
Casandra fue confinada y expulsada de la vida colectiva porque sus palabras resultaban incómodas a las instancias de poder, al pensamiento dominante.
La popular expresión “es solamente psicológico” da cuenta del desdén hacia lo anímico y lo subjetivo, en clara subordinación a lo que se considera objetivo y físico.
El desprestigio y confinamiento del alma alude al proceso de deshumanización y desarmonía que se denuncia desde diferentes instancias, generado por el exceso de la tecnificación, racionalización e instrumentalización.
Hace referencia a la burocracia rígida que en vez de facilitar procesos pone trabas, no acoge los casos particulares ni tampoco el surgimiento de condiciones novedosas. A las prácticas médicas en las que predominan los intereses económicos sobre la salud de las personas, y en donde la subjetividad de los pacientes se desvanece en diagnósticos, protocolos y estadísticas. Alude también a la medicalización de la tristeza y del inconformismo social.
Otras expresiones del confinamiento del alma son el culto a las apariencias, a los empaques, a la felicidad, a la juventud, a la rapidez y al crecimiento. Todas las anteriores unilateralidades que desatienden la complejidad, profundidad, ambivalencia y dinámica cíclica de la psique.
El complejo de Casandra y la marginación de lo femenino
La maldición a Casandra consistió en que las advertencias provenientes de sus visiones no fueran tomadas en cuenta, que sus palabras no fueron escuchadas, que sus contribuciones fueran negadas. Una de las lecturas que se ha hecho del mito de Casandra es con respecto a la exclusión e invisibilidad de las mujeres en las sociedades patriarcales.
La sumisión y el silencio fueron en la Grecia antigua virtudes ideales para el comportamiento femenino y estas concepciones y practicas se han mantenido a lo largo del tiempo.
Existen múltiples evidencias de que a pesar de haber estado en inferioridad de condiciones en el acceso al conocimiento, las mujeres han estado históricamente presentes de manera relevante en el ámbito político, artístico y científico. Sin embargo, sus contribuciones han sido invisibilizadas o absorbidas por una figura de mayor legitimidad dentro de la lógica patriarcal como pudo haber sido su padre, hermano, esposo o amante.
En este mismo sentido existen también múltiples testimonios de cómo el conocimiento científico no solo ha avanzado a partir de la racionalidad y el empirismo sino a partir de intuiciones, visiones imaginativas y otros aspectos relacionados con el ámbito no racional, pero al igual que con la mujer, estos hallazgos son invisibilizados o tomados como simples casualidades.
La invisibilidad hacia las mujeres se presenta también cuando no son tenidas en cuenta en medios de comunicación o para actividades en las que se podrían desempeñar de manera eficiente, porque su edad, su figura o su apariencia no se adecua a las expectativas de cierta mirada masculina, desapareciendo, así como objetos de deseo.
Lo femenino como mercancía y propiedad
Una vez que Troya fue derrotada, Casandra fue secuestrada y tomada como botín de guerra. El cuerpo de la mujer ha sido y aún sigue siendo tratado como mercancía, como objeto de placer, como escaparate publicitario.
La lógica de la mercantilización y cosificación del cuerpo femenino se encuentra de base en la prostitución forzada, en la trata de personas, en la presión por la figura esbelta, en el auge de las operaciones estéticas, en las violaciones como arma de guerra.
Esta lógica se encuentra implícita en la mente del maltratador que considera a su pareja o su ex-pareja como de su propiedad por lo tanto, con la posibilidad de hacer uso de ella como le plazca.
La mujer que se pertenece a sí misma y el descreimiento estructural
En algunas versiones del mito, a Casandra se le otorga el rol de sacerdotisa o virgen. Estos aspectos, en aquel contexto, simbolizan la resistencia de las mujeres a la subordinación y dependencia de los hombres, así como a las lógicas de dominación y poder que ellos personifican. Casandra representa entonces a la mujer que se pertenece a sí misma y no al padre o al esposo.
En las sociedades patriarcales a la mujeres beligerantes, a las que dicen lo que no se quiere escuchar, a las que transgreden los cánones impuestos por los varones, se las ha procurado silenciar , marginar o ridiculizar tachándolas de locas, brujas o “histéricas”.
En la actualidad muchas mujeres tienen que afrontar este descreimiento estructural en diversas circunstancias. Por ejemplo, cuando luego de sobrepasar múltiples obstáculos y desventajas en relación a los hombres logran acceder a espacios de poder o reconocimiento más allá de tradicionalmente atribuidos a las mujeres (belleza, cuidado de otros, objetos de placer) y son deslegitimadas, descalificadas o no tomadas en serio.
El descreimiento se encuentra presente también cuando se presentan testimonios de abuso o acoso sexual y son en muchas ocasiones desacreditados como fantasías o provocaciones de la propia mujer.
Otra expresión del descreimiento es el caso de afecciones en las que no es posible encontrar un elemento visible y cuantificable en el organismo, como pueden ser el dolor crónico, la fibromialgia o padecimientos anímicos. Las personas tienen que afrontar que se las cuestione sobre la veracidad o intensidad de su sufrimiento, o incluso aguantar ser acusadas de estar realizando conductas de manipulación.
Fisura entre mente y cuerpo: la animalidad extraviada
En algunas de las versiones del mito, la capacidad profética de Casandra se expresa como la facultad de entender el lenguaje de los animales. En la mitología, los animales suelen ser representaciones de nuestros instintos, de las necesidades de nuestro cuerpo y de sus ritmos, de nuestras pulsiones básicas.
El mito de Casandra hace referencia a cómo el proceso civilizatorio, que ha encumbrado la racionalidad y el empirismo como dogmas, ha abierto una brecha con nuestra animalidad, con nuestra capacidad innata para la autorregulación, con la sabiduría inherente de nuestra naturaleza.
El distanciamiento con nuestra animalidad, con la sabiduría de nuestro cuerpo, se manifiesta como desorientación y disociación.
La minusvaloración internalizada
Las mujeres se ven abocadas a construir su identidad en un contexto en donde sus fuentes de identificación son valoradas de manera peyorativa, otorgándoles connotaciones de debilidad, victimismo, dependencia e irracionalidad. En muchas ocasiones la propia madre se constituye en el referente de lo que las mujeres no se quieren llegar a convertir. Los valores asociados masculino, por el contrario, son altamente valorados considerando al hombre como emprendedor, lógico, pragmático, descomplicado, objetivo, independiente, fuerte, valiente, poderoso.
Para Maureen Murdock, la denigración de lo femenino aumenta las posibilidades de que muchas mujeres busquen aprobación bajo valores patriarcales, dejando de lado o minimizando otros ámbitos fundamentales de su personalidad.
Así, la invisibilidad, la marginación, la desconsideración a las que se ven expuestas la mujeres, se va interiorizando constituyéndose en un factor psíquico interno del que emergen juicios y valoraciones negativos hacia sí misma.
La mujer se identifica entonces con la racionalidad y la búsqueda de las metas exteriores, buscando de manera constante la aprobación desde la mirada masculina. La desvalorización interiorizada se instala como un sentimiento de inseguridad y de minusvalía que se puede manifestar a modo de compensación a través de una búsqueda constante por demostrar lo eficiente y capaz que se puede llegar a ser, en muchas ocasiones bajo unos criterios de exigencia desbordada que sobrepasa los requerimientos del propio contexto.
Cambios psicológicos que se generan
La mujer puede entonces ser poseída por una obsesión por la perfección y la necesidad de tener el control en distintos ámbitos: el trabajo, su propio cuerpo, las relaciones,a la vez que rechaza o se distancia de otros aspectos de sí misma que tradicionalmente han sido relacionados con lo femenino.
Se va tornado sorda entonces a las señales de su cuerpo y de sus ritmos; a la posibilidad de reconocer los excesos o carencias que le acontecen. No le da credibilidad al sentimiento interior que la puede orientar sobre relaciones o actitudes que es necesario abandonar; ni a la voz que la promueve para el despliegue de su propia vocación, que la alienta a ser fiel a su propia verdad.
El despliegue paulatino de las necesidades más profundas de nuestra psique fue denominado en la psicología junguiana como proceso de individuación y se considera que cobra mayor relevancia en la segunda mitad de la vida, cuando las necesidades de adaptación al mundo exterior, la vanidad y la necesidad de reconocimiento comienzan a perder relevancia, a la vez que emerge como prioridad el desarrollo de nuestra interioridad.
Las Cansandras como mujeres mediales
Casandra es nombrada por el coro como la muy desgraciada y muy sabia, evocando la tradicional relación de la sabiduría que emerge del sufrimiento y de la frustración.
Para Newman, el proceso de la evolución de la conciencia colectiva en la cultura occidental ha pasado de la inconsciencia matriarcal con predominancia de lo instintivo, el animismo y lo colectivo, al escepticismo patriarcal en el que ha primado la racionalidad y la individualidad. Para Newman, la necesaria etapa patriarcal está viviendo su ocaso por agotamiento.
El espíritu de la época corresponde entonces a la necesidad de una perspectiva en la que interactúen de manera armoniosa los dos principios, lo que implica una integración de lo femenino denostado y reprimido en esta última etapa.
La analista junguiana Toni Wolf plantea que hay un tipo de mujeres con una sensibilidad especial que las hace servir de mediadoras entre el mundo interno y el mundo externo. Las mujeres mediales, como las denomina, se ven absorbidas y moldeadas por lo que busca hacerse consciente en determinada época constituyéndose en portadoras de nuevos principios y valores.
La mujeres mediales captan y escenifican en los conflictos de su propia vida, en los dolores de sus propios cuerpos, lo que “se encuentra en el aire”, lo que la conciencia colectiva no acaba de admitir: la necesidad de integrar lo femenino denostado y reprimido.
A través de su arte, de sus sufrimientos, le dan luz al drama colectivo de vincular eróticamente los aspectos masculinos y femeninos, que como un matrimonio sagrado actúen como opuestos complementarios sin ningún tipo de subordinación. Ellas se consagran de manera inconsciente, al servicio de un nuevo y encubierto espíritu de la época, como lo hicieron los primeros mártires. Su dolor se constituye en una guadaña para lo superfluo y para el encuentro con lo más esencial y genuino.
La conciencia colectiva clama por un reconocimiento e integración del alma, de lo femenino, en las relaciones, en las instituciones, en el modelo productivo, en las instancias de poder. Es impostergable una participación en igualdad de condiciones de lo cualitativo, de lo no visible. Que la lógica conquistadora, bélica y colonialista patriarcal se matice bajo la mirada integradora y acogedora de lo femenino que ponga en evidencia incuestionable la interdependencia de todos los pueblos y la hermandad que nos vincula como especie. Que devuelva también la sacralidad y el respeto que merece el planeta y todos los elementos de la naturaleza.
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