Cómo Marion Cotillard ha logrado ser una estrella global sin salir de Francia
Marion Cotillard regresa al Festival de Cannes por cuarto año consecutivo, tras De óxido y hueso, El sueño de Ellis y Dos días, una noche. Como siempre, parte como favorita porMacbeth, aunque de momento acumula tres derrotas. Y a ella no puede importarle menos.
La adaptación de esta tragedia de Shakespeare (la menos explotada por Hollywood) estará dominada por la Marion Cotillard más despiadada y tóxica que hemos visto hasta el momento. Precisamente, su personaje en Origen era una clara reinvención de Lady Macbeth, como elemento de tentación y destrucción ante un héroe (y cuando digo “héroe” quiero decir “pringao”) incapaz de existir sin ella. En este caso, Lady Macbeth es mucho más despreciable, pues no es un simple detonante imaginario sino una pelleja amargada ansiosa de un poder automáticamente otorgado al panoli de su marido por ser hombre y al que ella nunca podrá acceder por ser mujer.
Lo que haría que Shakespeare se quedase rubio de la impresión sería ver cómo Hollywood ha convertido a su Lady Macbeth (descrita por él como una mujer que parece un hombre con corsé) en la belleza más magnética del cine actual. Porque no es que Marion sea guapa, es que es como mirar a Dios a los ojos. Para entendernos, si Shakespeare fuera director de casting habría cogido a Glenn Close o Sigourney Weaver. Sospecho que ver cada uno de los planos que comparten Marion y Michael Fassbender (su co-protagonista) será la mejor experiencia sexual que hayamos tenido en nuestra vida. Y ni siquiera nos ha pasado a nosotros.
Todo lo que Hollywood quería de Marion Cotillard es que fuese guapa y llevase un poco de clase a sus alfombras rojas. Las americanas podrán ser muy monas, pero llevan la vulgaridad en los genes (no hay más que ver sus bailes de graduación), así que son las británicas, francesas y australianas las que saben andar con tacones sin parecer yeguas, posan sin poner los brazos en jarra y son conscientes que la elegancia va mucho más allá de llevar tanga en verano para que no se les quede la marca de la ropa interior.
Claro que Marion es mucho más lista que otras como Mila Kunis, y no basa su estrellato en su vibrante fotogenia, sino que lo explota para construir personajes llenos de dignidad, tan vulnerables como poderosos. Le encanta la moda (a menudo colabora con Dior como imagen y diseñadora), pero no se conforma con ser famosa por saber combinar el bolso con los zapatos como Sienna Miller. Marion es un precioso lienzo sobre el cual sus directores dibujan personajes de sentimientos fragmentados y ataques de ira.
Esto explica su impredecible criterio para aceptar papeles. Desde que ganó el Oscar por La vie en rose (el sexto intérprete en ganarlo con un personaje de habla no inglesa, y el tercero en una película europea tras Sofia Loren y Roberto Benigni), Hollywood ha intentado apropiársela y colocarla en el mismo pedestal al que ha relegado a todos sus actores extranjeros: el de los villanos de cine de acción que no tienen ni idea de inglés excepto para explicar con todo detalle su maléfico plan justo antes del tercer acto.
Marion ha pasado de lo que Hollywood tenía reservado para ella, y ha aprendido la lección de aquella Penélope Cruz que solo estaba en Estados Unidos para llevar vestidos de lino semi-transparentes hasta que regresó a Europa para encontrar su prestigio como actriz. Por eso Cotillard no ha dejado de trabajar en Francia, donde sabe que sí es la primera opción de todos los directores cuando tienen un gran papel femenino entre manos. De hecho, es la primera mujer de la historia que logró ser el intérprete mejor pagado de Francia, en 2011 y 2012. Pocas interpretaciones tan demoledoras recuerdo como las suyas (con la cara lavada y las puntas abiertas) en Pequeñas mentiras sin importancia, De óxido y hueso, El sueño de Ellis y Dos días, una noche. Si su carrera se redujese a su trabajo en Estados Unidos, ahora mismo estaría haciendo cola en inmigración para que no la echasen del país.
A ella no le hace falta green card, y es perfectamente capaz de rodar El caballero oscuro. La leyenda renace (donde se notaba que estaba leyendo sus diálogos en un teleprompter) interpretando a una misteriosa rica heredera que podríamos eliminar de la película y seguiría siendo igual (de mala), pero yéndose en sus eternos ratos libres a rodar De óxido y hueso, en la que interpretaba a una fan de Katy Perry sin piernas, resumiendo mucho. Esta última le dio varias nominaciones a premios en USA. Sin embargo, en la de Batman nadie se acuerda de que salía. Ni siquiera ella (su contable sí).
La actitud de Marion podría resumirse en “hago lo que me sale del chatte”, consciente de que su apabullante talento le seguirá dando trabajo. Puede que en Hollywood ser una bocachancla te hunda la carrera, pero en Europa puedes decir todas las tonterías que quieras y no te va a faltar trabajo. Si Roman Polanski sigue siendo considerado aquí un “genio extravagante” tras su escándalo de drogas y abuso de menores, aquí nadie va a condenar a Marion por decir que el 11-S es una conspiración del gobierno americano. Ni por decir que en realidad el hombre nunca llegó a la luna. Porque lejos de acabar convertida en la loca de los gatos que es en realidad, ella ha nacido para hacer que todo lo demás nos parezca vulgar y monstruoso.
Tampoco le perjudicó quejarse de que la campaña al Oscar es la peor experiencia de su vida y que se sintió como una vaca marcada con un hierro incandescente en el trasero. Por supuesto lo hizo después de haberlo ganado. Insisto, es muy lista. Y lo mejor es que este mismo año ha logrado su segunda nominación sin pisar suelo estadounidense para promocionar Dos días, una noche, mangándole el hueco a una Jennifer Aniston que se había dejado la piel mendigando una nominación por Cake. Porque cada vez que algún actor de Friends recurre a aparecer con sus ex-compañeros en algún programa, es porque tiene una peli muy mala que promocionar.
Eso se llama tener dignidad, y estar por encima de todo. Eso es lo que engrandece a Marion. Es guapa porque nació así, y se niega a operarse porque según ella no soporta tener cosas dentro. El que está encantado con su genética superior es Guillaume Canet, su pareja desde que coincidieron en Quiéreme si te atreves, una especia de remake esquizofrénico de Amelie que daba en el clavo: Amelie lo que era es una loca y una acosadora que pedía a gritos una orden de alejamiento.
Por otra parte, tampoco reniega de su belleza (claro que nadie lo haría si tuviese esa cara), y la utiliza como una herramienta más de sus interpretaciones. Al contrario, tuvo que deshacerse de su sensualidad para el papel de su vida (Oscar, Globo de Oro, Bafta y César), el de Edith Piaf,calva, medio coja y jorobada, en un personaje que también le habría venido de perlas a Glenn Close. Quizá diga demasiadas chorradas, como que se pasó un mes durmiendo con el guión de Big Fish debajo de la almohada porque cree en la brujería, pero en realidad representa un nuevo modelo de mujer.
Una mujer que lo mismo diseña un bolso para Dior que se encierra en una jaula para protestar por el encarcelamiento de militantes de Greenpeace en Rusia. Una artista inquieta y ambiciosa que aprendió danés tras ver Celebración, y español cuando se enamoró de Los amantes del círculo polar. Ella trata de luchar por su integridad, incapaz de evitar ser una estrella subversiva. Pero también sabe que tener compromiso social y político no significa ir a las entregas de premios hecha unos zorros como si viniera de un botellón. Lo de ser estrella no lo ha elegido ella, pero tampoco va a huir de la fama y el brillo de una industria que a todos nos ha fascinado desde niños.
Como ese brillo no va a cegarle pero a la vez le debe encantar ganar dinero, sus siguientes proyectos son Juste la fin du monde, de Xavier Dolan y la adaptación del videojuego Assassin's Creed, que la reunirá con Michael Fassbender y el director de Macbeth. Que un sociópata egocéntrico como Dolan quiera contar con ella deja claro que Marion es humilde, profesional y trabajadora, tal y como alabó Christopher Nolan. Eso es lo que la ha llevado a ser la actriz con más prestigio del planeta, porque guapas hay muchas, pero Marion es un milagro, que nos hace sentir orgullosos de la raza humana aunque lo único que tengamos en común con ella sea ser unos bocazas en público.
Y por cierto, su magia negra le dio el papel en Big Fish. Y los activistas de Greenpeace fueron absueltos.
La adaptación de esta tragedia de Shakespeare (la menos explotada por Hollywood) estará dominada por la Marion Cotillard más despiadada y tóxica que hemos visto hasta el momento. Precisamente, su personaje en Origen era una clara reinvención de Lady Macbeth, como elemento de tentación y destrucción ante un héroe (y cuando digo “héroe” quiero decir “pringao”) incapaz de existir sin ella. En este caso, Lady Macbeth es mucho más despreciable, pues no es un simple detonante imaginario sino una pelleja amargada ansiosa de un poder automáticamente otorgado al panoli de su marido por ser hombre y al que ella nunca podrá acceder por ser mujer.
Lo que haría que Shakespeare se quedase rubio de la impresión sería ver cómo Hollywood ha convertido a su Lady Macbeth (descrita por él como una mujer que parece un hombre con corsé) en la belleza más magnética del cine actual. Porque no es que Marion sea guapa, es que es como mirar a Dios a los ojos. Para entendernos, si Shakespeare fuera director de casting habría cogido a Glenn Close o Sigourney Weaver. Sospecho que ver cada uno de los planos que comparten Marion y Michael Fassbender (su co-protagonista) será la mejor experiencia sexual que hayamos tenido en nuestra vida. Y ni siquiera nos ha pasado a nosotros.
Todo lo que Hollywood quería de Marion Cotillard es que fuese guapa y llevase un poco de clase a sus alfombras rojas. Las americanas podrán ser muy monas, pero llevan la vulgaridad en los genes (no hay más que ver sus bailes de graduación), así que son las británicas, francesas y australianas las que saben andar con tacones sin parecer yeguas, posan sin poner los brazos en jarra y son conscientes que la elegancia va mucho más allá de llevar tanga en verano para que no se les quede la marca de la ropa interior.
Claro que Marion es mucho más lista que otras como Mila Kunis, y no basa su estrellato en su vibrante fotogenia, sino que lo explota para construir personajes llenos de dignidad, tan vulnerables como poderosos. Le encanta la moda (a menudo colabora con Dior como imagen y diseñadora), pero no se conforma con ser famosa por saber combinar el bolso con los zapatos como Sienna Miller. Marion es un precioso lienzo sobre el cual sus directores dibujan personajes de sentimientos fragmentados y ataques de ira.
Esto explica su impredecible criterio para aceptar papeles. Desde que ganó el Oscar por La vie en rose (el sexto intérprete en ganarlo con un personaje de habla no inglesa, y el tercero en una película europea tras Sofia Loren y Roberto Benigni), Hollywood ha intentado apropiársela y colocarla en el mismo pedestal al que ha relegado a todos sus actores extranjeros: el de los villanos de cine de acción que no tienen ni idea de inglés excepto para explicar con todo detalle su maléfico plan justo antes del tercer acto.
Marion ha pasado de lo que Hollywood tenía reservado para ella, y ha aprendido la lección de aquella Penélope Cruz que solo estaba en Estados Unidos para llevar vestidos de lino semi-transparentes hasta que regresó a Europa para encontrar su prestigio como actriz. Por eso Cotillard no ha dejado de trabajar en Francia, donde sabe que sí es la primera opción de todos los directores cuando tienen un gran papel femenino entre manos. De hecho, es la primera mujer de la historia que logró ser el intérprete mejor pagado de Francia, en 2011 y 2012. Pocas interpretaciones tan demoledoras recuerdo como las suyas (con la cara lavada y las puntas abiertas) en Pequeñas mentiras sin importancia, De óxido y hueso, El sueño de Ellis y Dos días, una noche. Si su carrera se redujese a su trabajo en Estados Unidos, ahora mismo estaría haciendo cola en inmigración para que no la echasen del país.
A ella no le hace falta green card, y es perfectamente capaz de rodar El caballero oscuro. La leyenda renace (donde se notaba que estaba leyendo sus diálogos en un teleprompter) interpretando a una misteriosa rica heredera que podríamos eliminar de la película y seguiría siendo igual (de mala), pero yéndose en sus eternos ratos libres a rodar De óxido y hueso, en la que interpretaba a una fan de Katy Perry sin piernas, resumiendo mucho. Esta última le dio varias nominaciones a premios en USA. Sin embargo, en la de Batman nadie se acuerda de que salía. Ni siquiera ella (su contable sí).
La actitud de Marion podría resumirse en “hago lo que me sale del chatte”, consciente de que su apabullante talento le seguirá dando trabajo. Puede que en Hollywood ser una bocachancla te hunda la carrera, pero en Europa puedes decir todas las tonterías que quieras y no te va a faltar trabajo. Si Roman Polanski sigue siendo considerado aquí un “genio extravagante” tras su escándalo de drogas y abuso de menores, aquí nadie va a condenar a Marion por decir que el 11-S es una conspiración del gobierno americano. Ni por decir que en realidad el hombre nunca llegó a la luna. Porque lejos de acabar convertida en la loca de los gatos que es en realidad, ella ha nacido para hacer que todo lo demás nos parezca vulgar y monstruoso.
Tampoco le perjudicó quejarse de que la campaña al Oscar es la peor experiencia de su vida y que se sintió como una vaca marcada con un hierro incandescente en el trasero. Por supuesto lo hizo después de haberlo ganado. Insisto, es muy lista. Y lo mejor es que este mismo año ha logrado su segunda nominación sin pisar suelo estadounidense para promocionar Dos días, una noche, mangándole el hueco a una Jennifer Aniston que se había dejado la piel mendigando una nominación por Cake. Porque cada vez que algún actor de Friends recurre a aparecer con sus ex-compañeros en algún programa, es porque tiene una peli muy mala que promocionar.
Eso se llama tener dignidad, y estar por encima de todo. Eso es lo que engrandece a Marion. Es guapa porque nació así, y se niega a operarse porque según ella no soporta tener cosas dentro. El que está encantado con su genética superior es Guillaume Canet, su pareja desde que coincidieron en Quiéreme si te atreves, una especia de remake esquizofrénico de Amelie que daba en el clavo: Amelie lo que era es una loca y una acosadora que pedía a gritos una orden de alejamiento.
Por otra parte, tampoco reniega de su belleza (claro que nadie lo haría si tuviese esa cara), y la utiliza como una herramienta más de sus interpretaciones. Al contrario, tuvo que deshacerse de su sensualidad para el papel de su vida (Oscar, Globo de Oro, Bafta y César), el de Edith Piaf,calva, medio coja y jorobada, en un personaje que también le habría venido de perlas a Glenn Close. Quizá diga demasiadas chorradas, como que se pasó un mes durmiendo con el guión de Big Fish debajo de la almohada porque cree en la brujería, pero en realidad representa un nuevo modelo de mujer.
Una mujer que lo mismo diseña un bolso para Dior que se encierra en una jaula para protestar por el encarcelamiento de militantes de Greenpeace en Rusia. Una artista inquieta y ambiciosa que aprendió danés tras ver Celebración, y español cuando se enamoró de Los amantes del círculo polar. Ella trata de luchar por su integridad, incapaz de evitar ser una estrella subversiva. Pero también sabe que tener compromiso social y político no significa ir a las entregas de premios hecha unos zorros como si viniera de un botellón. Lo de ser estrella no lo ha elegido ella, pero tampoco va a huir de la fama y el brillo de una industria que a todos nos ha fascinado desde niños.
Como ese brillo no va a cegarle pero a la vez le debe encantar ganar dinero, sus siguientes proyectos son Juste la fin du monde, de Xavier Dolan y la adaptación del videojuego Assassin's Creed, que la reunirá con Michael Fassbender y el director de Macbeth. Que un sociópata egocéntrico como Dolan quiera contar con ella deja claro que Marion es humilde, profesional y trabajadora, tal y como alabó Christopher Nolan. Eso es lo que la ha llevado a ser la actriz con más prestigio del planeta, porque guapas hay muchas, pero Marion es un milagro, que nos hace sentir orgullosos de la raza humana aunque lo único que tengamos en común con ella sea ser unos bocazas en público.
Y por cierto, su magia negra le dio el papel en Big Fish. Y los activistas de Greenpeace fueron absueltos.
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