Georgia O'Keeffe (1887-1986)
“Los colores y las formas hablan con más exactitud que las palabras.” — Georgia O’Keeffe, 1976
Un ícono americano
Georgia O’Keeffe es una de las artistas más significativas y fascinantes del siglo XX, conocida mundialmente por su intenso e innovador arte. Sus flores distintas, paisajes radiantes e imágenes de huesos contra el austero cielo del desierto son contribuciones simbólicas y originales al modernismo americano – un estilo de arte alejado significativamente de las tradiciones del pasado. En una carrera que se extendió por más de sesenta años, produjo más de mil obras de arte.
Las obras de arte de O’Keeffe se expusieron por primera vez en Nueva York en 1916 por Alfred Stieglitz, un vendedor de arte y fotógrafo reconocido internacionalmente. Era el principal promotor estadounidense para el arte moderno y eventualmente se convirtió en el esposo de O’Keeffe. Después del famoso Armory Show de 1913, una exposición que introdujo arte radicalmente diferente al público estadounidense, el principal interés de Stieglitz llegó a ser mostrar las obras de pintores estadounidenses innovadores, tales como Arthur Dove, Marsden Hartley, John Marin, Edward Steichen y Max Weber. O’Keeffe se mudó a Nueva York en 1918 y se aunó a los esfuerzos de estos artistas para crear un estilo de arte moderno claramente estadounidense, una búsqueda de lo que ella llamó “la Gran Cosa Americana”. O’Keeffe se hizo famosa por sus pinturas de flores a gran escala, así como por sus imágenes de los rascacielos de Ciudad de Nueva York y el paisaje de Nuevo México. Sobre todo, fue pionera de la abstracción, creando imágenes inspiradas en una minuciosa observación de sus alrededores, pero producto de su perspicacia e imaginación y no representaciones imitativas del mundo visual.
Sus primeros años y educación
Nacida el 15 de noviembre de 1887, la segunda de siete hijos, Georgia Totto O’Keeffe creció en una granja cerca de Sun Prairie, Wisconsin. De niña tomó lecciones de arte en su casa. Sus maestros reconocieron sus habilidades y las fomentaron durante sus años escolares. Para cuando se graduó de la preparatoria en 1905, O’Keeffe había resuelto hacerse artista.
Estudió arte en el Instituto de Arte de Chicago (1905–1906) y la Liga de Estudiantes de Arte en Nueva York (1907–1908), donde aprendió las técnicas de la pintura realista tradicional. En 1908, ganó el premio de naturaleza muerta William Merritt Chase de la Liga por su óleo Sin título (Conejo Muerto con Vasija de Cobre). El rumbo de su práctica artística cambió dramáticamente cuatro años después (1912) cuando tomó un curso de verano en la Universidad de Virginia, que enseñó Alon Bement del Teachers College, Universidad de Columbia. Bement la introdujo a las ideas revolucionarias de su colega Arthur Wesley Dow.
Dow fomentó un proceso intelectual e imaginativo de crear arte con base en la expresión personal y el diseño armonioso. “Este hombre tenía una idea dominante”, dijo O’Keeffe, “llenar un espacio en una forma bella – y eso me interesó”. El enfoque de Dow le ofreció a O’Keeffe una alternativa al realismo, con la cual experimentó por dos años mientras enseñaba en las escuelas públicas de Amarillo, Texas (1912-1914) y trabajaba los veranos en Virginia como ayudante de Bement.
O’Keeffe estudió en Nueva York de 1914 a 1915, en el Teachers College, Universidad de Columbia y, para el otoño de 1915, enseñaba arte en Columbia College, en Carolina del Sur. Empezó una serie de dibujos abstractos al carbón, para desarrollar un lenguaje personal por medio del cual podía expresar sus sentimientos e ideas. Más tarde en su vida recordó: “Me di cuenta que tenía cosas en la cabeza que no eran como lo que me habían enseñado – no eran como lo que había visto – formas e ideas tan familiares para mí que no se me había ocurrido expresarlas. Decidí dejar de pintar, dejar a un lado todo lo que había hecho y empezar a expresar las cosas que eran mías”. Envió por correo algunos de estos dibujos muy abstractos a una amiga en Ciudad de Nueva York y su amiga se los mostró a Stieglitz, quien se quedó con ellos.
Ciudad de Nueva York y Alfred Stieglitz
En 1916, O’Keeffe empezó correspondencia con Stieglitz. Ese mismo año, él expuso diez de sus dibujos abstractos en una muestra de grupo en su moderna galería “291.” Un año después, presentó una exposición exclusivamente de la obra de O’Keeffe. En la primavera de 1918, le ofreció apoyo financiero para que pintara en Nueva York durante un año. Ella aceptó la invitación y se mudó de Tejas, donde había estado enseñando en West Texas State Normal College desde el otoño de 1916. En 1923, Stieglitz empezó a organizar exposiciones anuales de la obra de O’Keeffe.
Stieglitz y O’Keeffe se casaron en 1924. En 1925 se mudaron a una suite de dos cuartos en el Hotel Shelton con vista panorámica de los rascacielos de Ciudad de Nueva York. O’Keeffe adaptó su vida y arte en Nueva York a los hábitos de Stieglitz y a su costumbre de pasar el invierno y la primavera en la ciudad y el verano y el otoño en el complejo familiar en el Lago George. Para mediados de la década de 1920, a O’Keeffe se la reconoció como una de las artistas más importantes y exitosas de Estados Unidos, conocida por sus pinturas tanto de flores como de los rascacielos de Nueva York – una imagen de modernidad esencialmente estadounidense. Stieglitz jugó un papel significativo en promover a O’Keeffe y su arte, organizando exposiciones anuales en las Galerías Anderson de 1923 a 1925; en The Intimate Gallery de 1925 a 1929 y, finalmente, en An American Place de 1929 hasta su muerte en 1946.
Modernismo Americano en Nuevo México
En el verano de 1929, O’Keeffe hizo su primero de muchos viajes al norte de Nuevo México. Durante las siguientes dos décadas pasó la mayor parte del tiempo viviendo y trabajando en Nuevo México, lo que cambió pocas veces hasta que lo hizo su hogar permanente en 1949, tres años después del fallecimiento de Stieglitz.
El austero paisaje, el distinto arte indígena y el singular estilo regional de la arquitectura de adobe inspiraron un nuevo rumbo en la obra artística de O’Keeffe. Con el tiempo, sus pinturas de Nuevo México llegaron a ser tan bien conocidas como el trabajo que había hecho anteriormente en Nueva York. En sus primeros dos veranos se quedó en la casa de Taos de su amiga Mabel Dodge Luhan. O’Keeffe pintó el paisaje de los alrededores, sus cruces desgastadas por el tiempo y sus iglesias hispanas de adobe, así como las tierras sagradas para los habitantes del Pueblo Taos. Mabel y su esposo Tony, un miembro del Pueblo Taos, introdujeron a O’Keeffe a nuevas experiencias y ella encontró un nuevo sentido de independencia cuando aprendió a conducir y exploró el paisaje y las culturas del suroccidente.
Las nuevas pinturas de O’Keeffe coincidieron con un creciente interés en paisajes regionales por modernistas americanos, que buscaban una imagen singular de Estados Unidos, más allá del centro urbano de Ciudad de Nueva York. O’Keeffe no fue la única en encontrar inspiración en Nuevo México. Para muchos artistas la geografía y diversidad cultural del área dieron a su obra una singular personalidad, independiente de las influencias europeas.
Otros artistas apoyados por Stieglitz, entre ellos John Marin, Marsden Hartley y Ansel Adams, pasaron tiempo en Nuevo México y compartieron la fascinación de O’Keeffe con representar imágenes específicas del lugar. O’Keeffe regresó sola repetidas veces e hizo de Nuevo México su hogar y, así, transformó su vida y su arte. Sus representaciones simplificadas y refinadas del Norte de Nuevo México expresan una profunda respuesta personal al terreno del desierto de altura. Creó encantadoras experiencias visuales para el público en pinturas como Ram’s Head (Cabeza de Carnero), Blue Morning Glory (Campanilla Azul) (1938) y Sin título (Red and Yellow Cliffs) (Acantilados amarillo y rojo) (1940). Esas imágenes de Nuevo México se han convertido en sus contribuciones más simbólicas al exclusivo modernismo americano.
Creatividad en sus últimos años
Después de la muerte de Stieglitz en 1946 y de mudarse a Nuevo México en 1949, O’Keeffe empezó a viajar internacionalmente. Creó pinturas que evocaban lo espectacular de los lugares que visitaba, como las montañas de Perú y la Montaña Fuji de Japón. Siguió viajando durante la década de los 60 y se concentró cada vez más en las vistas que percibía desde los aviones que la llevaban alrededor del mundo. A los setenta y tres años de edad se embarcó en una serie nueva de las nubes en el firmamento y los ríos. En 1961, mostró la serie de los ríos, incluso Blue Black and Grey (Azul Negro y Gris) (1960), en la galería del centro de Edith Halpert en Ciudad de Nueva York. Cinco años más tarde, creó Sky Above the Clouds IV (Cielo sobre las nubes IV) (1965); es su pintura más grande, de 8 x 24 pies.
Sufriendo de degeneración macular y desanimada por la pérdida de la vista, O’Keeffe creó su último óleo sin ayuda, The Beyond (El más allá), en 1972. Mas la fuerza de voluntad para crear que tenía no le disminuyó con la vista. En 1977, a la edad de noventa años, observó: “Puedo ver lo que quiero pintar. Lo que hace que quiera pintar todavía está allí.” Tarde en la vida y casi ciega, empleó ayudantes para poder crear arte nuevamente. Uno de ellos, Belarmino López, recuerda mezclar sus pinturas y seguir sus cuidadosas instrucciones para preparar el lienzo. En estas obras, como Sky Above Clouds/Yellow Horizon and Clouds, (Cielo sobre Nubes/Horizonte Amarillo y Nubes) (1977), O’Keeffe volvió a sus motivos visuales favoritos de memoria y viva imaginación. Con una técnica refinada por décadas de práctica, siguió a “llenar el espacio en una forma bella” en acuarelas abstractas que le dieron vida al papel de lado a lado con formas simplificadas e intangibles. Trabajó en acuarelas y a lápiz hasta 1982 y produjo objetos en arcilla, animada por su amigo y ayudante, Juan Hamilton, desde mediados de 1970 hasta dos años antes de morir en Santa Fe, el 6 de marzo de 1986, a la edad de 98 años.
El Museo Georgia O’Keeffe
El Museo preserva y presenta el legado de Georgia O’Keeffe por medio de una serie de exposiciones que se cambian regularmente sobre su obra de arte, la de modernistas contemporáneos y la de otros artistas que reflejan su perdurable patrimonio. El Museo ofrece una oportunidad incomparable para explorar la larga y prolífica carrera de O’Keeffe y entender su proceso creativo. El Museo mantiene las dos casas de la artista, situadas al norte de Santa Fe en Abiquiu y Ghost Ranch. La casa y estudio de Abiquiu se pueden visitar de marzo a noviembre. Aunque la casa en Ghost Ranch no está abierta, hay visitas disponibles de sus alrededores, donde se puede disfrutar de las vistas que inspiraron los paisajes multicolor de O’Keeffe.
Materiales de arte de O’Keeffe acumulados por sesenta años son parte de la colección del Museo. Incluyen acuarelas, pasteles, óleos y cientos de sus pinceles, así como más de 700 bocetos al carbón y grafito que datan de 1902 hasta el final de su carrera. Los dibujos expresan su forma de pensar para desarrollar composiciones, mientras que sus pinceles, recortados a mano, revelan la exactitud de sus preparativos para lograr efectos específicos en la superficie de sus lienzos.
Además, el Centro de Investigación del Museo Georgia O’Keeffe tiene un archivo de fotografías, cartas y documentos, así como una biblioteca y colecciones de archivo relacionadas con O’Keeffe y sus contemporáneos, modernistas americanos e historia regional.
Comentarios
Publicar un comentario